Por: P. Donaciano Alarcón, Cmf
Ciudad Peronia, Guatemala
27.3.2024

     Le pregunté a Juan Antonio Pérez, guatemalteco, seglar claretiano y de Ciudad Peronia, a qué le olía la Semana Santa en Guatemala, y me dijo lo siguiente: Huele a corozo y a Jacaranda, a incienso y a aserrín. Huele a torrejas y a molletes recién hechos, a flores frescas y a cera quemada…. Son los olores de una Semana Santa impregnada de inculturalidad, donde se mezclan los elementos traídos de España con los ancestrales ritos de los pueblos Mayas y otras culturas originarias, dando como resultado una sinfonía armoniosa de tradición y religiosidad que, de alguna manera, nos hablan de la necesaria ecumenicidad en la que el mundo debe vivir.

Peronia prepara con gran algarabía y respeto los días Santos, inaugurados por el Domingo de Ramos. La escogencia, preparación y distribución de los ramos se hace con mucha disciplina y dedicación. Se nota inmediatamente un ambiente comunitario, reflejado en la repartición de responsabilidades y una hermosa convivencia intergeneracional. Todos colaboran. Nadie observa, sin involucrarse.

Las Palmas están listas, las distintas capillas se alistan para celebrar, unas el sábado, otras el Domingo, pero todas con la misma fe y devoción. Los sacerdotes, nos repartimos las comunidades, con el riesgo de terminar agotados, pero con la satisfacción de haber compartido con un pueblo profundamente creyente, la inauguración de la Semana más grande de la cristiandad.

Nuestra gente la celebra, desde la sencillez y humildad que la caracteriza como pueblo pobre, sin embargo, no deja de observarse la solemnidad, la elegancia y la ancestralidad que identifica a toda la Semana Santa guatemalteca.