24 de abril de 2023.

Por: Gilmer Sánchez, cmf.

Para mí la misión le da sentido a mí ser consagrado a Dios. La misión se ha convertido en el pan de cada día y me da la oportunidad de crecer en mi humanidad como cristiano.

Como misionero claretiano en formación y consciente de la realidad que vivimos hoy día, es un reto ser cristiano y vivir los valores evangélicos, porque estamos ante un mundo secularizado que cuestiona nuestra fe en Jesucristo. Pertenecer a una comunidad religiosa y vivir como testigo del resucitado me ayuda a vivir con alegría mi vida misionera que se va desarrollando en el encuentro con aquellas personas con quienes nos encontramos en cualquier ámbito de la vida.

Como misioneros somos enviados a realidades distintas y diversas, eso es lo enriquece la misión. Y el misionero a la luz de La Palabra de Dios encarnada en una realidad concreta, acompaña la Misión de Dios, dándose y donándose especialmente a los más necesitados. En otras palabras, a los olvidados de la historia. 

El P. Claret hace una lista de avisos importantes al misionero y en lo personal me llama la atención esto: “el misionero ha de ser muy amigo de la oración,  a imitación de Jesús, que pasó la noche en oración”. La oración se convierte para el padre Claret como uno de los pies del misionero, por eso, para que nuestro testimonio no sea vacío ante el mundo que tiene sed de Dios, el misionero tiene que ser un hombre de oración. 

Doy gracias a Dios por la vida misionera, por seguir apostando al proyecto de Dios que nos ayuda a vivir nuestra fe con alegría mediante el encuentro con los otros. Que todo nuestro ser misionero sea para la mayor gloria de Dios.