Por el P. Mauricio Borge, cmf.
Estoy escribiendo desde el Aeropuerto de Panamá, sentado mirando los aviones despegar. Faltan dos horas para que mi vuelo salga con rumbo a Nicaragua. El café de rigor acompaña este momento en el que mi mente hace cálculos de los días que estuve en Panamá tratándome un cáncer de tiroides: ciento setenta y uno.
El sentimiento que más me acompaña en este momento es el agradecimiento. Me siento agradecido con Dios, con mis hermanos de Provincia, que de una u otra manera me han manifestado su cercanía y fraternidad. Mi agradecimiento también se extiende para mi familia y mis amistades, las de muchos años y las que he cultivado en este tiempo.
Puedo afirmar con certeza que estos meses en Panamá han sido toda una experiencia de gracia. Todo esto empezó cuando por casualidad cuando me detectaron unos nódulos cancerosos en el lado izquierdo de la glándula tiroides. Llegué a Panamá para operarme. El día 23 de Junio me extrajeron toda la glándula tiroidea. La bioxia confirmó el tipo de cáncer que tenía: un carcinoma papilar y folicular con extensión a los nervios y los vasos sanguíneos. Esto implicó una gran cantidad de citas médicas en el Instituto Oncológico Nacional, chequeos, exámenes, laboratorios. A la vez, la falta de esa glandulita se fue notando cada vez más sobre todo en lo emocional, pero también a nivel físico: sentimientos encontrados, depresión, cansancio, estados de ánimo variables, mareos. Finalmente, el 27 de Octubre me sometí a la terapia con yodo radioactivo para poder “matar” las células tiroideas que todavía seguían en mi cuerpo. Luego de algunos exámenes más el médico determinó que esta primera etapa del tratamiento había finalizado. En Nicaragua tendré que seguir llevando el control médico y los respectivos chequeos.
Al mirar en retrospectiva, puedo constatar que esta enfermedad ha sido una Fragua para mí. Físicamente tenía que luchar contra una enfermedad, pero internamente también se libraba una batalla en mí.
Durante este tiempo me ha animado mucho la oración personal, la Lectio Divina, la Eucaristía. Ha sido también un tiempo de encuentro y desencuentro con Dios: tiempo para experimentar el desierto, el vacío interior, las preguntas sin respuestas. Pero también, tiempo de purificación de mis motivaciones, tiempo de paz, tiempo de pascua. Ha sido también la oportunidad de re-encontrarme conmigo mismo, descubrir mi fragilidad, pero también los dones que Dios ha puesto en mí. Sigo viendo en mí esa saeta que necesitaba reparación para volver a ser lanzada.
Este tiempo me permitió acercarme a la realidad de tantas personas que viven la enfermedad del cáncer, me familiaricé con muchos rostros de gente que a diario frecuentaban el hospital oncológico, era toda una muestra de los muchos matices que tiene la vivencia de esta enfermedad: miedo, tristeza, esperanza, ansiedad, risas, gritos, cansancio, abandono, fe, solidaridad, ayuda… Me sentí muy agradecido por poder conocer en carne propia ese día a día de toda esta gente que vive en primera persona la enfermedad, pero también el de quienes les atendían: familiares, personal médico, enfermeras…
Falta poco para que despegue el avión en el que viajo. Creo que para mí también este es un despegue. Regreso a Managua con mucha ilusión. Soy el mismo pero, a la vez, diferente. Voy con la convicción que mi vida sigue siendo limitada, que tengo una misión que no puedo dilatar. Regreso convencido del valor de la vida comunitaria, de la importancia de los detalles, del servicio y de la cercanía.
No quiero finalizar esta nota sin antes agradecer especialmente a las comunidades del Santuario y de la Residencia (claretianos y personal de servicio) por todos los signos de fraternidad que me mostraron durante los meses que estuve con ellos. También mi agradecimiento a la comunidad formativa de Managua y al equipo de formadores, así como al Gobierno Provincial por haber priorizado mi salud y asumir parte de mi trabajo.
Sigo contando con la oración de mis hermanos de Provincia y de tanta gente que me acompañó a lo largo de estos meses y que de una y otra forma, me manifestaron su cercanía. Para todos, mi sincera gratitud.