Por: Ana Saez
Ciudad de Panamá, Panamá
17.11.2025

     El domingo 16 de noviembre tuve la oportunidad de compartir un momento muy especial con los 34 niños que pronto recibirán el sacramento de la Primera Comunión en la iglesia del Santuario Nacional. Acompañada por seis ministras extraordinarias de la comunión (MECs), llegamos con el corazón dispuesto y con el deseo sincero de apoyarlos en la preparación para este acontecimiento tan importante. Desde nuestra llegada, sentí la alegría, la curiosidad y la franqueza que los caracteriza; una energía que solo los niños pueden transmitir.

     Durante la charla, les explicamos de manera sencilla qué es un MEC, cuál es nuestro propósito dentro de la Iglesia y la misión de servicio que representa acercar la Sagrada Comunión a la comunidad. Sus miradas atentas y sus preguntas espontáneas dieron vida al salón parroquial.

     El ensayo de cómo comulgar fue un momento profundamente significativo. Verlos practicar con respeto y un poco de nerviosismo me recordó que la fe se fortalece desde pequeños gestos, desde cada semilla sembrada con amor. Y esa semilla, sin duda, también la cultivan con paciencia y entrega los catequistas, cuya labor silenciosa y constante hace posible que cada niño crezca en la espiritualidad.

     Al finalizar la jornada, me fui con el corazón lleno. Con la esperanza de que este encuentro no solo los prepare para recibir un sacramento, sino que también siembre en ellos semillas de fe y servicio que, con el tiempo, puedan florecer en un compromiso duradero: mantenerse conectados con Dios, servir a su Iglesia y dejar que Cristo, presente en la Eucaristía, guíe siempre sus vidas.