Por: P. Donaciano Alarcón
Ciudad de Guatemala, Guatemala
20.11.2025
Encabezamos nuestro artículo, con este título, inspirados en las últimas exhortaciones del Papa León, quien nos invita a fijar nuestra mirada en la Resurrección y no en una visión nostálgica del pasado. Nos recuerda el Papa, que Cristo promete la derrota del mal y de la oscuridad con la práctica del amor presente y futuro.
La fiesta de Cristo Rey marca el fin del año litúrgico. Fue establecida por el papa Pío XI en 1925 para celebrarse a finales de octubre y trasladada al último domingo del tiempo ordinario, por el papa Pablo VI en 1969.
Teológicamente, la fiesta, celebra la soberanía de Cristo sobre el tiempo y la historia y su victoria presente y futura en la vida de la raza humana.

Particularmente, este año ha estado marcado con acontecimientos significativos a nivel eclesial y congregacional: el Jubileo ordinario de la esperanza, la muerte del papa Francisco, la elección del papa León XIV, nuestro Capítulo Provincial, la primera Exhortación Apostólica, del papa León, en favor de los empobrecidos; entre otros acontecimientos.
Podríamos enumerar, también, los mundiales y sin ser pesimista, predominan las guerras y la actitud absolutistas de muchos gobiernos de turno, la preocupación por el deterioro de la casa común y el aumento de la migración forzada, sin embargo, brilló la luz de la esperanza, a través de la incansable orientación evangélica de cada eucaristía y del magisterio de la Iglesia, la celebración jubilar cuyo tema era la esperanza, que no defrauda (Rom. 5,5), el esfuerzo de muchos, de no desmayar, en la lucha por ser mejores, inspirados en el mensaje de Jesús y ahora, al final, el Papa nos invita a no perder de vista que Dios cumple sus promesas y si el Señor ha prometido que el amor vence a la muerte, pues hagamos lo que nos pide San Agustín: Ama y has lo que quieras.
Con el corazón agradecidos culminemos el 2025 y con ojos esperanzados inauguremos el 2026.
