Por: Diana Moscoso
Ciudad de Panamá, Panamá.
22-06-25
A los 21 años decidí inscribirme en la catequesis de adultos. En mi corazón sentía un deseo profundo, casi urgente, de acercarme más a Cristo y a María. Quería conocer mejor la Iglesia que Él fundó, no solo a nivel de doctrina, sino desde una vivencia real y transformadora. Deseaba vivir mi fe con más compromiso, con más autenticidad y verdad.
Aunque fui bautizada de bebé y recibí la primera comunión a los 9 años, me alejé de la vida sacramental por muchos años. Volver no fue fácil. Tenía miedo. Miedo de lo que implicaba mirar hacia dentro, hacer cambios, renunciar a ciertos hábitos o actitudes que ya no me construían ni agradaban al Señor. Pero hoy puedo decir, con toda certeza y gratitud, que fue una de las mejores decisiones que he tomado. Lo que entregué en ese camino (mis dudas, mis apegos, mis temores) lo recibí de vuelta multiplicado en gracia, paz y sentido profundo de vida.
Desde el primer día, mis catequistas me inspiraron profundamente. No solo por el conocimiento que compartían, sino porque hablaban desde la experiencia, desde un amor genuino por Cristo. A través de sus palabras y su testimonio, entendí que la fe no se transmite solo con conceptos, sino sobre todo con el ejemplo, con la coherencia de vida. Gracias a ellos, no solo me preparé para recibir un sacramento, sino que me enamoré de mi fe y comencé a sentirme parte viva de la Iglesia.
Compartir esta experiencia con otros adultos fue algo muy enriquecedor. Cada uno llegaba desde su propia historia personal, con sus luchas, búsquedas y heridas. Pero nos unía un mismo anhelo: volver a comulgar, volver a estar en comunión con Dios y recibir la fuerza del Espíritu Santo. La catequesis no solo nos ayudó a crecer en comprensión, sino que también nos unió como comunidad.
Hoy, la confesión y la Eucaristía se han vuelto parte esencial de mi vida, y los veo como encuentros vivos con el Amor. Durante la catequesis, sentía que había vuelto a casa. Y en ese hogar que es la Iglesia, sigo creciendo en la fe cada día. Leo sobre la vida de los santos, encuentro inspiración en su ejemplo y camino con la convicción de que la santidad es una meta posible, a la que todos estamos llamados.
Si usted también ha sentido ese deseo de acercarse a Dios, pero no sabe por dónde empezar… esta es su oportunidad. No importa su edad, su pasado o cuánto tiempo haya estado lejos. Cristo no le juzga ni le exige perfección. Solo quiere encontrarse con usted y acompañarle paso a paso. Él le espera con los brazos abiertos, siempre.
La catequesis de adultos no es solo una preparación para recibir un sacramento, es una oportunidad para ser abrasados por el fuego del Espíritu y redescubrir el amor de Dios, sanar heridas del alma y comenzar de nuevo, con esperanza y alegría. Es un espacio donde cada paso que das, te acerca más a Jesús sin importar cuánto tiempo hayas estado lejos. Si en tu corazón sientes el deseo de volver, de entender tu fe con más profundidad o de vivirla con mayor plenitud, este es tu momento. Cristo te espera, y la Iglesia tiene un lugar para ti.