Antiguo Cuscatlán, El Salvador; 20 de abril de 2023.

Por: Fabio Rivas, Cmf

Para muchos es el lugar donde vivimos, para otros es el espacio donde podemos realizarnos integralmente. Lo cierto es, que, según las intenciones e ideologías, vamos dando significado a La Tierra. Pero, a nosotros como creyentes La Tierra cobra un sentido más profundo, una entidad material que constituye nuestra vida en todas sus dimensiones, es el lugar genuino de la vida en todas sus manifestaciones. 

Hay cientos de documentos, tratados y acuerdos sobre el cuidado de La Tierra, ya que en el último siglo los cambios en la misma han afectado a todas las formas de vida que la habitamos. Se han hecho grandes esfuerzos por su protección y conservación, pero, lo cierto es que no hay cambios en nosotros, seguimos avanzando en la contaminación ambiental, en el uso exacerbado de tóxicos y químicos que la destruyen y nos autodestruyen. Hemos aprendido muy bien la tarea de JPIC (Justicia, Paz e Integridad de la Creación), pero la hemos reducido solo a las luchas y a la defensa de los animales, ríos, ecosistemas, etc., cosa que está bien, pero, hemos olvidado lo esencial, somos Tierra. Olvidamos ser hermanos, fraternos, justos, solidarios con los otros/as; creamos condiciones para la vida animal construyendo hospitales y rehaciendo leyes que les defiendan, pero olvidamos que nuestros pueblos también son La Tierra. 

La Tierra en todas sus dimensiones es generadora de vida y su administración depende de todos. No es una tarea de un colectivo con poder hegemónico, no, es una tarea de conciencia de todos en el mundo, iniciando por la casa, la vida común, ordinaria, familiar; ahí se gesta en esos micro mundos la verdadera responsabilidad de pertenencia amante de lo que nos identifica y constitutivamente somos, La Tierra.