Darién, Panamá; 18 de marzo de 2023.
Por: Dra. Priscilla Acevedo
“Por todas ellas y las que pasarán por el Darién: gracias por enseñarnos a amar y a servir hasta el cansancio. Y un mensaje a aquellas que piensan en intentarlo: no es una excursión, es arriesgar la vida propia y de los demás”.
Nací en Panamá, pero provengo de una familia migrante. Mi tía, la mayor, con mucho esfuerzo trajo a Panamá desde Santander (Colombia), a todos los miembros de su núcleo familiar (11 personas), a principio de los años ochenta. Mi tía y mi abuelo Efraín (qepd), en su momento me dijeron una frase en común: “valió la pena todo”, al enterarse que mi graduación de doctora en Medicina era pronto.
En octubre de 2022, mi madre me comentó que los misioneros claretianos de mi parroquia estaban organizando ayuda para los migrantes que pasaban por la selva de Darién. Hice los contactos y me aventuré en mi propio transporte con 4 estudiantes y la profesora Michelle, de la facultad de medicina de la Universidad de Panamá hacia la estación de Recepción de Migrantes de Lajas Blancas, donde llevamos medicamentos, ropa y atención médica de parte de los estudiantes, todo por medio de los misioneros claretianos en Darién. Lo primero que divisé al llegar fue a Mariana, venezolana con ambos tobillos fracturados. La vendamos y continuó su ruta. Pensé que no la vería más, hasta que, siguiendo con la misión, en noviembre de 2022, en el albergue que había en Ciudad de Panamá, ¡me la encontré nuevamente! Felices de vernos, ¡pero aún sin poder caminar! Ya había pasado casi un mes.
Como médico voluntaria y encargada de los estudiantes que estaban brindando servicio social en el albergue, organizamos su tratamiento ortopédico y, antes de marcharse en el bus, vino a despedirse caminando.

En ese albergue, ante los cambios de política migratoria, miles de migrantes quedaron varados y con la única posibilidad de retornar a sus países por vía aérea. Ante esta circunstancia organizamos tómbolas y colectas para ayudar a algunas personas a volver a casa en vuelos humanitarios, escogidos por su condición médica y priorizando hijos con sus madres.
Actualmente laboro en el Darién, trabajo con un equipo interdisciplinario con el que he podido apoyar a mujeres migrantes de todas las edades. El pasar por esa selva y ser mujer es un factor de riesgo altísimo para ser víctima de violencia sexual, violencia física, asesinatos, urgencias y pérdidas durante el embarazo, muerte de hijos. Yo no juzgo, aprendí a través de ellas, mujeres provenientes de más de 50 países, que cada una tiene su motivo por el cual tomó la decisión de migrar, solas o acompañadas.

Cuando llegan al consultorio ya han pasado por toda clase de situaciones difíciles, han visto personas fallecidas, cruzado ríos, pasado hambre; han sido violadas. Siempre las felicito.

En ese estado de vulnerabilidad intrínseca, es inevitable empatizar con las vivencias que relatan, todas por amor a sus familias, y para hablar de amor a la familia, hay que destacar a las mujeres de culturas que huyen de las guerras y prohibiciones que les impiden desarrollarse a ella o a sus hijas como mujeres en la sociedad; por ejemplo, las mujeres afghanas, que relatan que actualmente no tienen derechos en sus países y no son las únicas.
Por otra parte, me comentó Asia, nacida en Ghana – quien entró en labor de parto en la selva y dio a luz a su hijo Davic – que estaba muy animada de continuar, junto a su esposo, la ruta hacia sus sueños. Supervisé los primeros 15 días de la vida de Davic y el puerperio de Asia…Continuaron su camino.

En 2022, cruzaron por la selva del Darién un aproximado de 250 mil personas, de las cuales 70 mil fueron mujeres, un 28% del total.
En este año 2023, sólo hasta febrero cruzaron 49 mil personas, entre ellas 17 mil mujeres, el 35%.
Si comparamos las 2,300 mujeres en enero y febrero 2022, con las 17 mil hasta el mismo período 2023, ha incrementado 135% la migración de mujeres por la peligrosa selva del Darién. *Fuente: Servicio Nacional de Migración de la República de Panamá.