Por: Eduardo Hernández
Ciudad Guatemala
26-8-2025
Este año tuve la oportunidad de vivir una de las experiencias más significativas de mi vida junto a un grupo de amigos de la Región Romero (Centroamérica). Viajamos juntos a Roma para participar en el Jubileo de la Juventud de la Iglesia Católica como parte de la red Claret Way, un encuentro que reunió a miles de jóvenes peregrinos de todo el mundo con un mismo propósito: renovar la fe y celebrar la esperanza que nos une a Jesús.
Desde el inicio sentimos la alegría de compartir todos juntos, más allá de las fronteras. Cada canto, cada oración y cada abrazo nos recordaban que no estábamos solos, que la Iglesia es verdaderamente universal y que nuestra juventud tiene un lugar importante en ella.
A lo largo de los días vivimos momentos de profunda gratitud: por el don de la vida, por la fe que hemos recibido de nuestras familias y comunidades, y por la oportunidad de caminar juntos. La amistad que surgió entre nosotros se convirtió en un testimonio vivo de que Dios sigue sembrando esperanza en el corazón de los jóvenes.
Regresamos a Centroamérica con el compromiso de anunciar la alegría, la esperanza y la gracia de Dios en nuestras realidades. Llevamos grabado en el alma que la fe no se vive en soledad, sino en comunidad, y que cada uno está llamado a ser luz en medio de las dificultades de nuestro tiempo.
El Jubileo nos recordó que, con Jesús, siempre hay un futuro lleno de esperanza.