Por: P. Donaciano Alarcón, cmf

Mixco, Guatemala

     Con esta y otras frases, Jesús nos compromete a preocuparnos por la vida, evitando que su nuevo proyecto se contamine con la práctica de una fe meramente cultual y desarraigada de la realidad que circunda a cada ser humano. También en Los Hechos de Los Apóstoles, cuando se narra el crecimiento progresivo de las primitivas comunidades, se considera como urgente necesidad la atención de las viudas y los pobres, para la cual los apóstoles no se dan abasto y tienen que instituir el diaconado (Hch. 6, 1-7). Por otro lado, los anales de nuestra historia nos revelan la existencia en Roma, hacia el siglo V, de unos centros para la atención de los pobres llamados Diaconías, a la par de los titulus; lo que hoy equivaldría a las parroquias. Como claretianos, no podemos dejar de mencionar la gestión episcopal de Claret en Cuba, que, sin dejar de ser un hijo de su tiempo, le dio una importancia cumbre en su ministerio pastoral a los pobres (los jóvenes de la calle, los esclavos, las familias sin recursos, presos, entre otros) (Aut. 563-564). El papa León XIII, a finales del siglo XIX, nos escribe la primera encíclica que hace oficial la preocupación de la Iglesia por las cuestiones sociales.

En este contexto, queremos compartirles los trabajos que realiza nuestra parroquia de Claret en Guatemala. Cuenta con un excelente equipo de pastoral social, formado por laicos y religiosas que dan voluntariamente su tiempo para que otros puedan vivir. Tenemos la Clínica Familiar, la cual funciona gratuitamente con la ayuda de la Universidad de San Carlos, la asistencia social a familias de bajos recursos y al adulto mayor (alimentación, ropas y útiles escolares). Evitando el asistencialismo, se les asesora con charlas y formaciones procurándoles un instrumento para que, progresivamente y con su propia gestión, puedan mejorar su calidad de vida. Esto se concretiza más, con el programa de emprendimiento en el área de panadería y repostería en general.

Nos decía Claret: …Yo prefiero que se gaste en limosna a los pobres que en convites, bailes, etc. (Aut. 771). Y Jesús nos invita a evaluarnos al final de la vida, preguntándonos si hemos vivido la solidaridad como un bien intrínseco a nuestra existencia, y si lo hicimos, estuvimos, todo el tiempo con Él (Mt. 25, 35-40).