Por: Guillermina Castillo
Darién, República de Panamá
17.09.2023

Cuando nuestra actividad misionera nos lanza al trabajo de misión compartida, vienen siempre a la memoria rostros de tantos hombres y mujeres que en el día a día han ido recorriendo y dinamizando el servicio de La Palabra en la las comunidades. Ellos con sus historias y ministerios de servicio también impactan positivamente nuestra vocación como CMF.

El pasado 15 al 17 de septiembre nos reunimos en el Centro Pastoral de Santa Fe para reflexionar sobre el tema “La dimensión discipular y comunitaria en el Evangelio de Marcos”. La temática nos llevó a reconocer que el primer llamado que hemos recibido es a ser discípulos. Un apóstol es un discípulo con una misión y, por más apostolado y actividad que realicemos, jamás perdemos nuestra condición de discípulo, siempre sentado a los pies del Maestro para aprender.

El trabajo grupal nos ayudó a reconocer que en nuestras comunidades de fe convergen múltiples experiencias humanas que llegan para enriquecernos como seres humanos y como comunidades vivas. En esta dinámica alternan diferentes enfoques de fe, de ver la vida, de enfrentar las dificultades familiares y sociales y también de manejar el liderazgo en los grupos y comunidades a las que se pertenece.

Hay situaciones que duelen, nos hacen llorar, nos desaniman, nos dividen, pero dentro de esta misma vivencia humano – cristiana es cuando las comunidades crecen, maduran, se hacen más fuertes, más comprometidas y logran la madurez para seguir adelante con su compromiso frente al Proyecto de Jesús.