Por: Rafa Villalobos
San José, Costa Rica
19.9.2023

Querido hermano Julio:

¡Te recordamos con gratitud!

Gracias por haber venido a Centroamérica jovencito, entregando tu vida en el servicio misionero como hermano, en el silencio, sin aplausos ni reconocimientos.

Gracias por tu dedicación y cariño a los pueblos gunas, en Panamá, ofreciéndoles apoyo en el campo de la salud. Gracias por llegar a ellos como un aprendiz y colaborador y no como alguien que se impone y humilla.

Gracias por tu generosidad en la atención constante a los seminaristas en Centro Claret, Guatemala. Por el día a día, muchas veces agotador y lleno de incomprensión, estando atento a las comidas, al vestuario, a los medicamentos, etc. Por estar pendiente de cada uno en sus situaciones especiales. Por buscar arreglar las averías en el edificio. Por ir fielmente todos los sábados durante tantos años al Mercado de la terminal levantándote a las 4 de la mañana.

Gracias por tu alegría serena, por tu abrazo fraterno…

Gracias por esos momentos de oración en que nos tenías presentes a todos.

Gracias por tus años de servicio en la Casa de Ejercicios Espirituales, en Costa Rica, porque, en medio de las limitaciones, buscaste que siempre fuese un espacio de acogida, de paz y de esperanza. Gracias, también, por apoyar al Centro Bíblico en la distribución de los diarios.

Gracias por no discriminar a nadie, por acercarte a cada uno, a cada una, estrechando la mano, brindando un abrazo, contando alguna historia o simplemente saludando con un gesto.

Gracias también por expresar tu dolor ante situaciones de incomprensión, porque nos obligabas a replantearnos nuestra manera de vivir y de creer.

En fin, hermano Julio, gracias por ser grande sin exhibición, por hacer el bien sin buscar honores, por seguir adelante sin publicidad, por ser tan profundamente humano.

Hoy, desde la plenitud del Amor, ayúdanos a seguir construyendo el Sueño de Jesús.