Por Jeremías Lemus Lemus, cmf
Managua, Nicaragua, 30 de Mayo de 2021.

Wilmer Antonio Aguilar Bone, cmf, es nicaragüense, de la ciudad de Managua, que ingresó a la Congregación de Misioneros Claretianos el año 2009, quien después realizar el proceso formativo que ofrece la Provincia Claretiana en Centroamérica y cumpliendo todos los requisitos para tal fin, fue ordenado sacerdote en el templo del Corazón de María, de Las Palmas en Managua, por manos de Monseñor Pedro Hernández Cantarero, cmf, obispo del Vicariato Apostólico del Darién, Panamá, donde ambos desempeñan su vida misionera.

Entre Palmas
En un contexto de incertidumbre por lo que vive en este momento la humanidad, la Iglesia de Nicaragua culmina la ofrenda que empezó hace más de 10 años, cuando siendo catequista y docente, Wilmer se planteó la vocación misionera claretiana e ingresó, previa aprobación del gobierno provincial, a la casa formativa de Managua. Con toda la comunidad, observando las medidas de bioseguridad, dentro del templo, durante la celebración litúrgica como en el compartir posterior que se preparó para festejar la consagración ministerial de un hermano nuestro, originario y formado durante algunos años en este lugar.

Arropado por su familia, los hermanos de congregación, sus amistades, toda la comunidad cristiana presente, más todos los que pudieron conectarse vía redes sociales, Facebook y Youtube fundamentalmente, que fueron testigos de tal acontecimiento, Wilmer dijo que sí al Señor para seguir sirviendo en la tarea misionera que ya desarrolla en las comunidades de La Palma del Darién y extendiendo sus manos fue ungido con el aceite por parte de Monseñor Pedro Hernández.

Nutridos gestos de afecto y cariño recibió el nuevo sacerdote, luego de la celebración del sacramento por el que Dios lo constituye en ministro del altar y para la comunidad. Mucha gente quiso realizar el acostumbrado besamanos, pero que por la condición e salud que vivimos no fue posible, sin embargo muchas de las personas pudieron hacer sentir muy querido y apoyado en su nuevo estado dentro de la Iglesia. Quienes no alcanzan a ofrecer un abrazo se lo expresan mediante aplausos y vivas.

La liturgia
En un ambiente muy familiar se desarrolló la liturgia en la que Wilmer Antonio fue ordenado sacerdote. Todo dispuesto según se había preparado y a tiempo, lo correspondiente al interno del templo, como los medios que transmitieron el acontecimiento por las redes sociales para que quienes no podían estar físicamente, pudieran participar desde la distancia de esta fiesta.

La ceremonia se preparó con tiempo y dedicación por parte de las comunidades de la parroquia Guadalupe-Corazón de María y juntos con ellos los estudiantes del propedéutico claretiano, con su formador como maestro de Ceremonia de la celebración. A la misma hicieron presencia los misioneros de la comunidad presente en la diócesis de Estelí, del norte de Nicaragua, Eddy y Eduardo, además del su superior del Darién, el P. Eric, que estaba en Nicaragua para el acontecimiento sacramental y consagratorio.

Un elemento que gustó e hizo notar que estábamos en Nicaragua, fue la animación de los cantos que al son de marimba se entonaron en toda la celebración, sin faltar la solemne invocación a los santos con las letanías.

En la homilía, Monseñor Pedro hizo un recorrido desde la persona de Jesús, al padre Claret, hasta concretar en la misión que le toca acompañar y animar al neo presbítero, Wilmer, en el Darién, con la comunidad misionera en la que está destinado.

La mesa de fiesta
La fiesta por la alegría del nuevo sacerdote siguió en el templo, donde sus familiares y amistades pudieron hacerse las fotografías para el recuerdo. Además, el equipo comprometido para la tarea, repartieron un refrigerio como detalle para celebrar a modo de ágape con toda la comunidad cristiana presente.

La gestión fue posible por la generosidad de la familia de Wilmer, la comunidad cristiana de la parroquia que se dispusieron para todos pudiéramos compartir en torno a la consagración sacerdotal, algo de comer y beber. El matiz nicaragüense fue el distintivo en la fiesta y también con los bocadillos y la “cosa de horno” (así se designa a lo cocido en el horno artesanal) que alcanzó para todos y aun quedó para un café vespertino.

En clave de familia de carisma
Como comunidad claretiana de Nicaragua, fue una experiencia muy rica, por la implicación en la preparación de la fiesta, como en la celebración litúrgica y el compartir. Todos de un modo y otro fuimos parte del momento, pero además la presencia de todos en torno al hito importante en la vida de nuestro hermano Wilmer.

Hemos de resaltar la participación y coordinación de los estudiantes de propedéutico, un estudiante de misión, sacerdotes y obispo, todos claretianos, arropados por el cariño y cercanía de toda la comunidad cristiana.

Como nos ha dicho Claret, retomando a San Pablo, todo sea para la gloria de Dios.