Por: Donaciano Alarcón, cmf.
Ciudad de Guatemala, Guatemala
14-10-205
A mediados del siglo XX, un obispo estadounidense, Monseñor Fulton Sheen, ideó el “Rosario Misionero”. San Juan XXIII, lo promovió, devotamente, durante su pontificado. La costumbre era rezar una decena por cada continente, de la misma forma se le aplicaba un color, el cual recogía una característica significativa, de los cinco terruños continentales.
El color verde, África: por su selva tropical; el color rojo, América: los pueblos originarios y el martirio; el color blanco, Europa: la raza de sus habitantes y las vestiduras papales; el color azul, Oceanía: por su característica insular y su gran masa oceánica; el color amarillo, Asia: por la piel de algunos, que la habitan.

Todos sabemos que el Rosario, es una plegaria mariana, centrada en el misterio de Cristo, su Hijo. Por lo tanto, nos invita a contemplar, la vida entregada de Jesús, por el proyecto de una humanidad nueva.
Jesús es el Enviado del Padre, protagonista de esta oración. María, su madre, participa con Él, como peregrina y misionera, desde la “pesebrera” de Belén hasta la fundación y el envío de la Iglesia, en Pentecostés (Hch. 1,14).

En el contexto del mes de las misiones y el Rosario y con motivo de la Eucaristía, por el jubileo del migrante y del Mundo misionero, el 5 de octubre de 2025, el Papa León XIV exhortó a redescubrir el ardor misionero, tomando en cuenta sus nuevas fronteras, que ya no son geográficas, sino el sufrimiento, la pobreza y el deseo de esperanza, de los que vienen hacia nosotros.
Misionero”, para acoger a todos los que huyen desesperadamente de la pobreza y el dolor, y encuentren en nosotros, una tierra firme a la que llegar y anunciarles a Cristo, mediante la acogida, la compasión y la solidaridad. Esto nos hace recordar, la Misión el Padre Claret, como arzobispo en Cuba.

Abramos los brazos y el corazón, a esta nueva propuesta misionera.