Por: Raissa Pizarro y Wilmer Gamboa- Profesores del Colegio Claretiano
Mercedes Norte de Heredia, Costa Rica
20-10-2015
Cada mes de octubre, quienes pertenecemos a la comunidad Claretiana, celebramos a nuestro fundador, San Antonio María Claret, honrando su legado, especialmente en la vida religiosa y en todos aquellos lugares del mundo donde, a través de parroquias, colegios, escuelas y misiones, se destaca su devoción a la Virgen María y su afán por difundir la fe mediante un firme compromiso evangelizador.
En una sociedad tan convulsa como la que vivimos actualmente, tener la oportunidad de formar parte de la comunidad claretiana es, sin duda, un privilegio. Sentirnos parte de ella, nos alienta e impulsa a llevar el mensaje de nuestro patrono, San Antonio María Claret, quien, pudiendo elegir un discipulado alejado del conflicto, decidió renunciar a la comodidad para convertirse en un mensajero de paz. No solo transmitió la Palabra de Dios, sino que, con sus acciones, fue instrumento de los milagros que un buen gesto puede provocar. Ese legado es el que el Colegio Claretiano no solo desea conservar, sino también transmitir a través del actuar de cada uno de los miembros que forman parte de esta gran familia. Entendemos que cada desafío y cada alegría que experimentamos es la mano de Dios que nos sostiene como un solo cuerpo, unido en la fe, para que sigamos adelante con valentía, confiando en que cada paso dado con amor y esperanza nos acerca a nuestro propósito espiritual y al bien común.

La vivencia claretiana nos permite, a través de actividades como las misas, el Rosario de la Aurora, el Triduo, la procesión en honor a nuestro patrono, actividades deportivas y artísticas, entre otras, recordar que desde nuestro rol —sea como docentes, estudiantes o religiosos— nos une un profundo sentimiento de empatía hacia los demás. Y aunque nuestros actos de bondad puedan parecer pequeños, pueden ser fuente de inspiración para quienes, como nosotros, desean mantener vivo el legado de San Antonio María Claret.

Nuestro mundo necesita personas capaces de reconocer en el otro su valor como ser humano, sin importar su etnia, nacionalidad, creencias religiosas o condición económica. Hoy, más que nunca, quienes habitamos esta sociedad, tenemos la responsabilidad de derribar esos paradigmas que nos dividen. En este contexto, la comunidad claretiana se convierte en tierra fértil para la formación de líderes que, iluminados por la Palabra, encarnen un modelo de ser humano comprometido, sensible al dolor ajeno y dispuesto a servir con bondad, humildad y compasión a quienes más lo necesitan.

Porque mantener vivo el legado de San Antonio María Claret, no es solo recordar su historia, sino continuar su misión con nuestras acciones. Y es desde esa convicción que, como comunidad, elegimos cada día ser sembradores de fe, esperanza y amor, al servicio de una humanidad más justa, fraterna y solidaria.
