Por: Rafael Villalobos S.
San José, Costa Rica
20-9-2025

     Si todo está interconectado —como nos dice la fe y la ciencia—, ¿Qué hilos de la vida estamos llamados hoy a cuidar y fortalecer para que el tejido de la creación no se rompa?

¿Qué pasaría si tomáramos conciencia de que cada decisión personal y comunitaria toca la vida de otros, de los pobres y de la Tierra misma?

No hay lucha aislada, ni pueblo olvidado, ni creación que pueda ser defendida aisladamente. Por eso, como JPIC Claretiana de Costa Rica, participamos en dos encuentros profundamente significativos: la IV Asamblea de la Red Eclesial Ecológica Mesoamericana (REMAM) y el III Encuentro de la Red Eclesial Justicia y Paz en la Patria Grande.

Ambos espacios nos confirmaron que trabajar en red no es estrategia pastoral, sino un camino espiritual, sinodal y profético. El Espíritu nos pide tejer vínculos sólidos, fortalecer la articulación y mantener viva la comunión, porque las redes son hoy el rostro concreto de la esperanza.

IV Asamblea de la REMAM – El Salvador

Bajo el lema “Remamos la vida, tejemos comunión”, los pueblos mesoamericanos compartieron diagnósticos, luchas y sueños. La Asamblea fue un grito de resistencia contra la minería y el extractivismo, y una defensa apasionada de quienes entregan su vida en la custodia de la Casa Común.

Se asumieron cuatro ejes vitales: Educar, Articular, Incidir y Defender. Educar para liberar y no domesticar. Articular para unir fuerzas en la diversidad. Incidir para que la voz de las comunidades resuene en los espacios de decisión. Y Defender, porque cuidar la vida en todas sus formas es un mandato urgente del Evangelio.

La visita al museo de San Romero de América fue un signo profético: la memoria de los mártires se convirtió en aliento para continuar la misión. Como Romero, estamos llamados a comprometernos hasta las últimas consecuencias con la verdad y la justicia, aunque ello implique dar la vida.

La Eucaristía por la Creación recordó que cada altar acoge los dolores de la Tierra y de los pobres, y nos urgió a hacer de cada gesto eucarístico un compromiso con la vida.

III Encuentro de la Red Justicia y Paz – Lima, Perú

Con el lema “Peregrinos de esperanza construyendo el multilateralismo desde abajo”, esta red puso en el centro la certeza de que la paz nace del corazón desarmado y del amor que se hace servicio.

La Palabra inspiró a reconocer que la esperanza puede devolver la vida y la dignidad a los más frágiles. Las reflexiones por regiones subrayaron el papel de las mujeres, la memoria de los jóvenes, la coherencia entre lo que se anuncia y lo que se vive, y la certeza de que “con esperanza hay vida”.

Los santos de la tierra peruana (San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima y Toribio de Mogrovejo) fueron recordados como testigos de una Iglesia cercana, servidora y en salida. Ellos nos inspiran a transformar nuestros hogares, conventos y comunidades en refugios de caridad, reconciliación y ternura.

El cardenal Michael Czerny, nos llamó a ser artesanos de paz, sembradores de confianza y profetas que rechazan la lógica de la violencia y el miedo. La paz verdadera —nos recordó— debe ser “desarmada y desarmante”, capaz de abrir los corazones y generar una cultura de esperanza.

El clamor de las víctimas y la urgencia de fortalecer las redes

Tanto en El Salvador como en Lima, resonó con fuerza la denuncia de que la vida de miles de personas pende de un hilo. La campaña del CELAM nos recordó los nombres y rostros de defensoras y defensores que son perseguidos, criminalizados e incluso asesinados por custodiar los derechos humanos y la Casa Común.

Ante esta realidad, el desafío es claro: nuestras redes deben ser más fuertes, más proféticas y solidarias. No podemos dejar solos a quienes están en la primera línea de la defensa de la vida. Hoy se nos pide redoblar la incidencia, la articulación y el acompañamiento, para que ninguna vida que defiende la dignidad humana y la creación se apague en el silencio y la impunidad.

Un mismo Espíritu, una sola misión

Ambos encuentros, aunque con acentos distintos, nos dejan un mismo llamado:

 Remar juntos por la vida, tejiendo comunión.
 Cuidar a los defensores, custodiando la Casa Común.
 Encarnar la paz en gestos concretos y cotidianos.
 Caminar con esperanza, con la certeza de que otro mundo es posible.
 Fortalecer las redes como signo vivo de la Iglesia sinodal y misionera.

Hoy, como JPIC Claretiana, nos sentimos parte de esta gran corriente de vida y justicia que recorre nuestra Patria Grande. Estamos convencidos de que la misión es ser custodios de la creación, sembradores de paz y compañeros de camino de los pueblos que luchan por su dignidad.

La Santa Ruah nos impulsa a seguir en red, porque la esperanza no se construye en soledad. Y porque, como nos recuerda la Palabra, solo juntos seremos testigos de un Reino donde la justicia y la paz se abrazan, y la vida florece en abundancia.