Por: P. Daniel Monge Sandoval, cmf.
Honduras
24-9-2025
Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones… Su fe no se debilitó… Ante la promesa de Dios no dudó como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido (Cfr. Rom 4,18-21).
Nos encontramos en el mes de la Biblia y eso nos permite detenernos un momento para reflexionar sobre la importancia que la Palabra, como camino de vida y significado, va teniendo en la vida de cada uno de los talleristas, anclados en la cotidianidad de la realidad que nos envuelve, con sus miedos y deformaciones, sus <<fake news>> y fanatismos ciegos, en la antesala de unas elecciones que ya se palpitan en las venas de este pueblo hondureño.
Nuestros encuentros mensuales en la Escuela Bíblica parroquial, Monseñor Marcelo Gerin, nos ha venido facilitando no solo conocimientos, sino sobre todo, herramientas y criterios para tratar de entender una realidad que se presenta deliberadamente confusa, tal vez con la intención de que se cumpla aquel refrán que dice: “en río revuelto, ganancia de pescadores”.
En un clima preelectoral, cargado de descalificaciones y descréditos, mentiras descaradas o medias verdades, que abonan los fanatismos ciegos y viscerales y que favorecen el clientelismo político (en cuyos altares muchos sacrifican su conciencia), en el que está ausente el discernimiento serio y el debate de altura, viciado por las ideologías y los intereses partidistas (subordinados a los grupos de poder), vacío de propuestas y soluciones reales a los problemas que día a día deben enfrentar los ciudadanos de a pie, los encuentros con la Palabra, desde las distintas perspectivas (Hermenéuticas) desde las que nos hemos estado acercando a los relatos bíblicos, de una manera desapercibida, silente, casi anónima, pero real, nos han permitido, a pesar de todo, mantenernos firmes en la esperanza que no defrauda (Spes non confundit).
Pero esta esperanza que se nos oferta como medicina para el desencanto y la decepción paralizante (que nos arrastra a la inercia cómplice), y que nos ha sido propuesta como camino y meta para este año Jubilar 2025, como Peregrinos de la Esperanza, hemos ido aprendiendo en nuestra Escuela Bíblica, no es triunfalista ni populista, ni anda por las plazas tocando la trompeta, porque es pequeña, no es evidente, no se deja ver: Estamos salvados, pero todo es esperanza. ¿Quieres ver lo que esperas? Ya no sería esperar; porque, ¿puedes esperar lo que ya ves?' Esperemos, pues, sin ver, y lo tendremos, si nos mantenemos firmes (Cfr. Rom 8,24).
La Palabra compartida en nuestros encuentros bíblicos, nos ha enseñado que esta esperanza solo es percibida por aquellos que tienen la osadía de olfatear y presentir, en lo germinal y marginal, del aquí y ahora, entre todas las contradicciones y claro oscuro de una realidad nacional que descorazona, la presencia siempre discreta desde donde el Señor acostumbra a acompañar a su pueblo, sin selfis ni poses que busquen un <<Like>> que quisiera hacerse viral. Caminando con nosotros, como el viajero anónimo de Emaús, compartiéndonos su Palabra, hemos ido percibiendo su compañía, que alienta en nosotros la rebeldía ante una realidad prefabricada, de cálculos binarios o procedimientos algorítmicos, que pretenden confinar nuestra esperanza en una variable que parece abocarnos siempre al abismo de la desesperanza o la desesperación, como una especie de fatalismo divino del que no nos podemos sustraer y que es alimentado ahora también por la situación de muchos hondureños que viven en la zozobra de una posible deportación o la incertidumbre de tener que volver a su patria sin más logro que las deudas adquiridas que empeñan su presente y su futuro.
El poder encontrarnos, mes a mes, para dar a luz, desde la mesa compartida de la Palabra, esas otras palabras que nos alientan y nos dan ánimo en esa búsqueda permanente de una esperanza que solo barruntamos y que no depende de los señores de este mundo, nos ha ayudado a comprender la necesidad de una convicción más profunda que nos haga verdaderos gestores de nuestro destino y no meros espectadores o mercaderes de la vida.
La esperanza que procuramos no defrauda, pero está seriamente amenazada por las víctimas inocentes de guerras y sistemas inhumanos, una realidad a la que nos hemos acostumbrado de una manera escandalosa, y que clama al cielo. Solo por la Palabra, bien entendida y mejor vivida, volveremos a ser humanos (Is 9,1.5).