Por: P. Javier Hernández, cmf
San José, Costa Rica
22-8-2025
La misión Claretiana en Centroamérica es fruto del esfuerzo de muchos misioneros que desde su llegada a nuestras tierras tenían la consigna y la claridad de llegar a donde otros no llegan, por lo que, asumimos grandes retos como lo fueron las misiones de Darién, Guna Yala y la Costa Abajo, en Panamá; así como las misiones de Izabal y Santa María de Jesús en Guatemala.
El mundo indígena está muy presente en los inicios de la Misión Claretiana en Centroamérica, igual que lo está en nuestros días, con todos sus desafíos sociales, culturales y lingüísticos. Allí, el trabajo no fue solo evangelizador, sino de preservación cultural y de promoción humana. Tenemos grandes testimonios de como nuestros misioneros se integraron en las diferentes culturas para entender su cosmovisión y desde ahí desarrollar grandes proyectos en beneficio de estos pueblos.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, el crecimiento de las ciudades trajo consigo nuevos desafíos para la Misión Claretiana, adaptándonos para trabajar en zonas marginales y barrios periféricos como San Pedro Sula, Ciudad Peronia, Managua, etc., insertándonos en contextos de marginación y pobreza extrema, dando esperanza a miles de gentes que sufren en esas realidades tan dolorosas. Todo esto sin olvidarnos de los pueblos campesinos de nuestra Centroamérica y de ahí el valioso aporte que, como Claretianos, hemos brindado en la capacitación de Delegados de la Palabra y catequistas en las Misiones Campesinas de Honduras (La Ceiba, La Masica, Tela y Arizona Atlántida), posteriormente la Misión del norte de Nicaragua, en las cuales se trabaja fuertemente en la formación de Catequistas y Delegados de la Palabra y el fortalecimiento de las Comunidades Eclesiales de Base o experiencias similares como las Pequeñas Comunidades.
Así como en cada época nuestra misión se fue adaptando a la realidad, también hoy nos corresponde responder a los desafíos de nuestro tiempo: Comunicar la Palabra por todos los Medios, de manera especial por los medios Digitales, y potenciar más nuestros Centros Bíblicos y Escuelas de la Palabra, siendo portadores de Esperanza; el acompañamiento a los migrantes y refugiados, tragedia de nuestro tiempo, que veamos en ellos el rostro de Cristo, y ellos vean en nosotros a un hermano; no podemos tampoco desligarnos de tantas situaciones de injusticia que ocurren en nuestros países. Por eso, desde nuestros Centros de Espiritualidad, no solo deben brindar un servicio de reflexión y profundización espiritual, sino dedicarnos a la toma de conciencia de la realidad en que vivimos. No nos debemos olvidar de la juventud, esperanza para el mundo, para la Iglesia y para la Congregación, por lo cual es urgente potenciar aún más la Pastoral Juvenil y nuestros Centros Educativos como plataformas de transformación de la Iglesia y de la Sociedad.
Siguiendo el ejemplo de nuestro fundador San Antonio María Claret, la opción por los pobres ha sido el pilar fundamental de nuestras Misiones en Centroamérica y es lo que debe seguir marcando el rumbo de nuestras misiones claretianas. Como nos decía el Papa Francisco, refiriéndose a la amplitud del Carisma Claretiano, “Los Claretianos están en todas partes”. Que así siga siendo nuestra Misión Claretiana en Centroamérica, y que vayamos a donde otros no van.