Por: Estudiante José Elías García Benítez, cmf.

San Salvador, El Salvador
21-7-2025

     Celebrar nuestras fiestas congregacionales, es sentirnos en sintonía con toda nuestra Querida Congregación, cruzando fronteras desde la oración y el compartir fraterno. Han pasado 176 años desde aquel 16 de julio de 1849, donde nacíamos como Hijos del Inmaculado Corazón de María y al observar el camino ya recorrido, lo hacemos no como un recuerdo estático del pasado, sino como una experiencia viva de comunidad y misión. Es un fuego que se mantiene ardiendo en cada uno de sus hijos.

Como Estudiantes Claretianos, una vez terminado el primer ciclo académico del año, tenemos el espacio de un mes para recibir talleres que nos preparan más en la misión. Es en ese ambiente que nos ha encontrado esta fiesta congregacional. Sin embargo, la emoción por celebrar no se pierde. Cada hermano se dispone para que nuestra casa se vea de un ambiente celebrativo, sintiéndonos una comunidad que camina unida, que comparte la herencia del mismo fuego del Espíritu que animó a nuestro fundador para llevar a cabo tan grande obra. Nuestra casa se convierte en una colmena, tal como lo experimentaba Claret desde su misión en Cuba.

Somos misioneros en comunidad, compartimos nuestro carisma viviendo junto a otros. La diversidad cultural de nuestra casa no es pretexto de desunión, sino que enriquece nuestra vida y misión. Con nuestro 176 aniversario renovamos nuestro “sí” a Dios y a su pueblo. Seguimos soñando con una Iglesia misionera, al estilo de Claret: ardiente en caridad y con un Espíritu para todo el mundo.