Teologado Claretiano de Centroamérica
San Salvador, El Salvador
25.04.2025
“Con el Corazón de María, al estilo de Claret”
Durante la Semana Santa de 2024, un grupo de formandos Claretianos de la casa de formación en San Salvador vivimos una experiencia misionera profundamente transformadora. Llevados por el ardor apostólico de San Antonio María Claret y cobijados por el amor tierno del Corazón de María, nos dirigimos a comunidades rurales de distintos departamentos del El Salvador, donde el Evangelio resuena con fuerza en medio de la sencillez y el sufrimiento del pueblo.
Nuestra misión fue acompañar a estas comunidades en el camino hacia la Pascua, animando la vida litúrgica, visitando hogares, encuentros con niños, jóvenes y compartiendo la Palabra, siendo presencia de esperanza. En cada paso, sentimos la compañía maternal del Corazón de María, que como en Caná, nos impulsaba a estar atentos a las necesidades concretas del pueblo.
Nuestra llegada fue acogida con alegría. Las familias, humildes y generosas, nos recibieron como hermanos. Sus testimonios de vida nos interpelaron profundamente y renovaron nuestro deseo de consagrarnos al servicio del Reino, como lo hizo Claret, quien supo anunciar a Cristo en los rincones más olvidados.
El Triduo Pascual fue un verdadero camino de fe compartida. El Jueves Santo, el lavatorio de los pies se convirtió en un gesto profético desde el servicio silencioso y fiel. El Viernes Santo recorrimos con una cruz los caminos de las comunidades, haciendo memoria de los dolores del pueblo salvadoreño: la violencia, la pobreza, la migración forzada… pero también su fe viva y su esperanza resistente.
El Sábado Santo fue de silencio, pero también de escucha. Al caer la noche, la Vigilia Pascual iluminó las comunidades con el fuego nuevo. El canto del Aleluya retumbó con fuerza en medio de la oscuridad del campo, y el gozo del Resucitado se hizo palpable. Sentimos que, como Claret, estábamos llamados a ser antorchas encendidas que arden de caridad y de celo misionero.
Esta misión no solo fue un envío. Fue una escuela del corazón. Dios nos habló en los rostros del pueblo, y el Corazón de María nos enseñó a mirar con ternura y a responder con firmeza. Volvimos a casa con la certeza de que somos llamados a continuar el sueño de Claret: evangelizar desde el fuego del amor, arraigados en el Resucitado, con audacia y entrega total.
Porque donde hay un corazón que sufre, ahí debe estar un misionero. Y donde está el Corazón de María, allí también arde la llama de la esperanza del Evangelio.