Por: César Augusto Espinoza Muñoz, cmf
Secretario de Justicia, Paz e Integridad de la Creación

Guatemala
24.04.2025

     Guatemala, país de la eterna primavera, ha sido por siglos escenario de conflictos agrarios por la tenencia de la tierra, el agua y los bosques. Los pueblos originarios han sido no solo sus cuidadores ancestrales, sino también las víctimas históricas de la codicia, el chantaje, la corrupción y la violencia de aquellos que permanentemente han expropiado, explotado y envenenado a la madre tierra.

Después de la firma de los acuerdos de paz en 1996, se pensó que la conflictividad agraria sería abordada satisfactoriamente, ya que era parte de estos. Sin embargo, los gobiernos antidemocráticos y corruptos de las últimas décadas se propusieron engavetar las esperanzas generadas en aquella fecha histórica.

En esta historia reciente, los diversos extractivismos siguen siendo un detonante de conflictividad social que continúa persiguiendo, criminalizando y asesinando a pueblos mayas y a sus familias. Y dentro de los pueblos originarios ha sido sobresaliente la resistencia femenina sostenida por una profunda espiritualidad muy conectada con los espíritus de la tierra, los ríos y los bosques.

     Dos ejemplos de mujeres, criminalizadas y amenazadas de muerte por su defensa de la madre tierra, entre muchas lamentables historias más, están los casos de: María Magdalena Cuc Choc que ha enfrentado procesos de criminalización desde el año 2016 por defender los derechos del pueblo Q´eqchí al acceso a la tierra y los territorios y por favorecer la resistencia pacífica del pueblo en el Estor, Izabal; Otro caso emblemático es el de Lolita Chávez, Maya Quiché, que en el año 2017 salió al exilio por amenazas de muerte y a su regreso, después de 7 años, fue nuevamente denunciada por el alcalde de Santa Cruz, Quiché, por su acompañamiento a la población vulnerable de la región en defensa del territorio.

Como seguidores de Jesús, al estilo de Claret, estamos invitados a visibilizar todos los brotes de resistencia y esperanza en favor de la hermana-madre tierra, como le llamaba nuestro querido Papa Francisco. Especialmente el testimonio de las mujeres que, como aquellas mujeres de la mañana de la resurrección, anuncian con esperanza el triunfo de la vida contra toda lógica de muerte y destrucción.