Por: P. Fabio Rivas, cmf
Managua, Nicaragua
19.2.2025
Como parroquia celebramos con carácter de fiesta la memoria congregacional de todos nuestros mártires el 01 de febrero, como un signo de amor ejemplar para la Congregación y la Iglesia. La memoria martirial siempre es para nosotros un tiempo de renovación, es un tiempo que supone replantearnos nuevos caminos de entrega, todo por la Causa de Jesús, es el caso de la entrega fiel de nuestros mártires claretianos.
El martirio en la Iglesia primitiva fue visto como corona excepcional de vida ejemplar y premio para reencontrarse con el Cristo Resucitado, mártir de los mártires. El deseo de querer encontrarse con su Maestro les llevaba a no poner condiciones en la entrega, cosa contraria para nuestra época posmoderna. El martirio es una gracia, un don que en el proceso accidental o condicional de la vida les va llevando a la conciencia de la entrega total a aquellos que se sienten llamados al martirio. Los valores del Reino de la fidelidad a la fe, al Evangelio, la vida donada sin reservas y esperanza en la vida futura, son de las características que acompañan a los mártires.
La Congregación, rica por testigos como Andrés Solá, Felipe Munárriz y Faustino Pérez, son de los misioneros ejemplares de una vida fiel y entregada a sus convicciones como cristianos e Hijos del Inmaculado Corazón de María. Como parroquia, celebramos eucaristías y reflexionamos sobre sus procesos de entrega y testimonio martirial. Ellos nos siguen animando a seguir siendo testigos en lugares y contextos complejos, llenos de retos que solo bajo el testimonio de nuestros mártires y nuestra fe podremos responder con oblatividad a las nuevas formas de martirio.