Por: Rafael Villalobos S.
San José, Costa Rica
17.2.2025

     Seguramente en más de una ocasión has tenido que mudarte de casa en tu propio país porque conseguiste una mejor vivienda, o porque te quedaba más cerca del lugar de trabajo. ¿Recuerdas las incomodidades que pasaste, lo que significó dejar a tus vecinos, amistades, y llegar a otro barrio donde no conocías a nadie?

Ahora imagínate tener que dejar tu casa y país por estas razones:

“Nos hemos visto obligados a huir de nuestro hogar por el conflicto que se vive. Las bombas y los enfrentamientos nos han arrebatado la paz, y ya no estamos seguros ni en nuestras propias casas. Debemos proteger a nuestras familias y buscar un lugar donde podamos vivir sin miedo” (haitianos).

“Somos perseguidos por nuestras creencias, porque somos católicos y apoyábamos la pastoral de la Iglesia. Nos han amenazado, nos quieren encarcelar” (nicaragüenses).

“Las inundaciones y sequías han destruido nuestras cosechas y nuestros hogares. Nos quedamos sin recursos, y el cambio climático parece empeorar cada día. Necesitamos buscar un lugar donde podamos empezar de nuevo” (colombianos).

“La situación económica nos ha dejado sin oportunidades. No encontramos trabajo, y los salarios son tan bajos que no podemos cubrir las necesidades básicas de nuestras familias. Queremos una vida digna y, aunque nos duele dejar nuestro hogar, debemos buscar un futuro mejor” (venezolana).

     Estos testimonios los escuchamos constantemente en el servicio humanitario que brindamos en el Centro Claretiano de Atención al Migrante.

¿Podemos ser indiferentes ante esta tragedia humana? Recordemos la plegaria eucarística que dice:

“Él, nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son para nosotros la prueba de tu amor… Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano, solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido”.

¿Vivimos lo que oramos?

“Fui migrante y me recibiste”, ¿Cómo resuena esta Palabra de Jesús en nuestra vida?