Por: Edgardo Guzmán, Cmf
Roma, Italia
22-12-2024
El Libro del Levítico presenta el año de descanso de la tierra, uno cada siete, que será como un «sábado en honor del Señor: No sembrarás tus campos ni vendimiarás tus viñas» (Lv 25,4). Luego invita a contar siete semanas de años: «Santificarán el año cincuenta y promulgarán un derôr en el país para todos sus moradores. Celebrarán jubileo, cada uno recobrará su propiedad y retornará a su familia» (Lv 25,10).
El campo semántico del término hebreo derôr se asocia directamente con el concepto de liberación, abarcando un significado profundo de libertad integral y restauración: la condonación de las deudas, la emancipación de los esclavos, la amnistía de los condenados. A todo ello alude el texto del Levítico, que estipula que toda posesión vendida vuelve a su dueño original al llegar el año del jubileo (Cf. Lv 25, 1-23).
Este ideal en el que se ofrece a todos la posibilidad de una redención social se basa en lo que Dios hizo por su pueblo. La ley del jubileo es la utopía del retorno, al final de cada siete semanas de años, a aquella condición de libertad para todos dada a Israel en la liberación de la esclavitud de Egipto, retorno a la distribución equitativa de la tierra entre todas sus tribus, hecha por Dios en la entrada a la Tierra de Promisión.
El Libro del Levítico también indica el derecho/deber del pariente más cercano a rescatar la propiedad o la libertad de quien la ha perdido. Sin embargo, si nadie puede proveer a ello, la propia ley vuelve a poner todo en orden al llegar el jubileo. Esto contrarresta la tendencia humana a ocupar el espacio, porque el tiempo reajusta continuamente todos los objetivos expansionistas. Es el retorno a ese punto alfa del comienzo de la historia de un pueblo libre, del que dependen también el hoy y la posibilidad de construir un mañana.
Sin embargo, la referencia al pasado es un arma de doble filo que puede revitalizar la novedad que se inauguró en su momento, pero por desgracia también puede aprisionarnos en lógicas pasadas. Todo depende de lo que uno recuerde. El punto alfa de Israel es la libertad que Dios le dio al sacarlo de Egipto. Esto en sí mismo exige la búsqueda de la justicia para todos: «No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que allí te redimió el Señor, tu Dios» (Dt 24,17-18). Ocurre, sin embargo, que Israel sigue prisionero del odio a los antiguos y nuevos enemigos que lo oprimían: «¡Capital de Babilonia, destructora, dichoso el que te pague el mal que nos has hecho ¡Dichoso el que agarre y estrelle a tus hijos contra la peña!» (Sal 137,8-9).
El mundo no cambia, como sabía el sabio Qohéleth, y hoy, como ayer, podemos ser esclavos del resentimiento por los agravios sufridos, olvidando por completo tanto el bien recibido como los agravios perpetrados por nosotros mismos. La utopía del jubileo nos recuerda que cada generación necesita volver al bien que está en el origen y recibir de éste una liberación que es perdón de las deudas, liberación de las ataduras, amnistía de las ofensas y, más aún, apertura al perdón de Dios. Al iniciar el Jubileo podrías preguntarnos: Personal y comunitariamente, ¿Qué liberación necesitamos? (Continuará).