Por: Catherine Hung
Ciudad de Panamá, Panamá
20-12-24
Creo que a todos nos han dicho alguna vez la siguiente frase: “Estudia para que seas alguien en la vida”. Tal vez suena a “cliché”, pero a medida que pasa el tiempo y la vida se va poniendo un tanto más exigente, uno realmente lo va comprendiendo y valorando, pues quien deja de prepararse, deja de explorar y crecer.
Lo mismo aplica para nuestra religión. Cada uno de los signos que hoy presenciamos, mantiene una historia y razón de ser. Pero ¿Cómo podríamos saberlo si no lo conocemos?, ¿Cómo se defiende una fe si no se estudia?, ¿Cómo se comprende un presente, si no se conoce su pasado?
Hola, me llamo Catherine y soy una estudiante de la Escuela San Miguel del Santuario Nacional del Corazón de María. Éste fue mi primer año de estudio y me siento realmente privilegiada de poder vivir esta gran oportunidad.
Debo reconocer que, gracias a la perseverancia de mis amigos, me di la oportunidad de estudiar en la escuela, pues yo vivía en el error de dejarme secuestrar por el tiempo y por la vida tan acelerada que vivimos, por lo que mi respuesta a estas invitaciones siempre fue: “no tengo tiempo”. Hoy me arrepiento, pues si hubiera discernido mejor, hace un par de semanas les estaría escribiendo un artículo siendo graduanda. Pero cada acto tiene su llamado y el mío fue este año.
Muchas veces escucho a católicos admirar el nivel de preparación que nuestros hermanos de otras religiones mantienen y hasta cuestionamos tanto las facilidades como las herramientas de estudios que tienen. Hoy les quiero contar a todas esas personas que nuestro Santuario Nacional también brinda esas facilidades y herramientas. Esto me llena de mucho orgullo y reafirma mi sentido de pertenencia, pues en 38 años, no había visto una parroquia tan unida, tan activa e innovadora como la nuestra hoy en día. Aunque todo esto llega a nosotros gracias a hermanos que brindan sus servicios, el mayor mérito y agradecimiento se lo doy a nuestro maravilloso párroco: Freddy Ramírez, quien es una gran inspiración de excelencia para todos nosotros, los laicos, y a quien le debemos este sueño hecho realidad.
La escuela San Miguel tiene un método muy exitoso y flexible a mi parecer. No sólo aprendemos de nuestra historia, de nuestras bases religiosas, sino que también nos preparan en nuestra inteligencia emocional con espacios de clases psicológicas grupales. ¡Qué bien pensado! Es que el éxito del ser humano siempre consistirá en un balance de cuerpo, mente, alma y corazón.
Son 3 niveles, con cuatro facilitadores incluyendo a nuestro párroco quienes mes a mes nos regalan cuatro horas virtuales en las tardes de sus sábados para compartirnos sus conocimientos y ayudarnos a crecer. Tarea nada fácil, pero de mucha admiración y agradecimiento, la cual se convierte en nuestra expectativa de poder más adelante seguir el ejemplo.
Las clases en la Escuela San Miguel se sienten en familia, pues aparte de aprender, se convierte en un espacio para compartir y para reafirmar la importancia y necesidad de hacer e incorporarnos a la comunidad, al fin y al cabo, para esto también nos bautizamos.
Gracias a estos pequeños primeros pasos, he despertado “mi curiosidad intelectual de fe.” No es mi intención aprender para demostrarle al mundo que “sé.” Al contrario, quiero aprender para saber defender mi fe hasta de mis propias tentaciones existenciales que humanamente todos en algún momento podemos tener. Detrás de una fe intocable, también existen fundamentos estudiados, guiados y aprendidos. Anhelo seguir estudiando y seguir enamorándome del proceso. Una vez leí una frase que decía: “Ser católicos no es para gente floja”. La primera vez me pareció un tanto prepotente y hasta me pregunté: ¿Quién habrá sido el poco humilde que escribió esto? Hoy quisiera conocerlo para decirle que siempre tuvo la razón.
Mi primer año finalizó. Despedimos a hermanitos que ya se graduaron y a los que aún continuamos, nos dieron nuestros certificados respectivos de terminación de nivel. Sé que el mensaje de estos también es: “No dejes de perseverar” y vaya que lo comprendí muy bien, pues cuando el párroco Freddy me entregó el certificado sellado y firmado por él, rodeada de fotografías, sonrisas y hasta barra de mis hermanitos que exclamaban: ¡Bravo!, el primer pensamiento que pasó por mi cabeza fue: ¡Tienes que hacerlo mejor el próximo año Catherine!
Y así termina esta historia de esta primera etapa. Si tú que me lees aun no estás en nuestra escuela San Miguel, te exhorto a que te unas y te permitas vivir la experiencia. Una vez más gracias a todas las personas que hacen este sueño posible, en especial a nuestros profesores: Larissa, Ángela, Javier, a nuestro administrador y moderador Samir y nuestro párroco Freddy. Es obvio que, sin ustedes, nada sería posible.
Sí, “estudia para que seas alguien en la vida” o, mejor dicho: “estudia para que sepas defender tu fe”.