Por: Gilmer Sánchez, CMF.
San Salvador, El Salvador
22.10.2024

     En torno al mes de las misiones es bueno recordar lo que nos dicen nuestras constituciones; “Nuestra vocación especial en el Pueblo de Dios es el ministerio de la Palabra, con el que comunicamos a los hombres el misterio íntegro de Cristo. Hemos sido enviados a anunciar la vida, muerte y resurrección del Señor, hasta que vuelva, a fin de que todos los hombres se salven por la fe en Él” (CC 46). Siendo así, que desde el Teologado Claretiano Corazón de María, nos fraguamos y nos preparamos para ser enviados a la misión según el corazón de Dios, especialmente donde sea más urgente, oportuno y eficaz.

La misión del estudiante claretiano como diría el padre Claret, debe ser el estudio y la oración, refiriéndose a los dos pies del misionero. Desde los estudios teológicos tratamos y aprovechamos de poner las bases necesarias para iluminar la vida y la misión, estando atentos a los signos de los tiempos y a la realidad que nos rodea. Para el padre Claret la oración era muy esencial en su vida apostólica; en nuestra vida formativa tenemos espacios de oración personal, oración comunitaria, encuentro con la Palabra de Dios y sobre todo la vivencia de la Santa Eucaristía. La oración siendo nuestro pan de cada día, nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con los demás, y nos ayuda a discernir nuestra entrega dejándonos fraguar y acompañar en el día a día.

     En definitiva, el espacio formativo es nuestra escuela donde vivimos en comunidad y compartimos nuestra vocación con los hermanos, y con las personas con quienes nos encontramos diariamente. Que el Espíritu Santo nos siga acompañando en este camino tan humano y tan divino.