Por: Edgardo Guzmán, cmf
San Pedro Sula, Honduras
19.8.2024
El sábado 3 de agosto de 2024, en la Parroquia Inmaculado Corazón de María en San Pedro Sula, Honduras, se llevó a cabo la caminata por la XXI Jornada en “Defensa de la Vida”. Este evento reunió a la comunidad bajo el lema: “Cambiando la vida, cuidando el futuro”.
La jornada se originó como una iniciativa de un comité organizado en defensa de la vida. Este comité incluía misioneros laicos, el programa socioeducativo “Paso a paso”, Hermanas Franciscanas de María Inmaculada y Misioneros Claretianos. Respondían a la masacre del 4 de agosto de 2003, donde fueron asesinados nueve miembros de una misma familia. Disparos, gritos, pánico, angustia, miedo y sangre se mezclaron durante la barbarie en la humilde vivienda donde habitaban. Sobrevivieron 3 niñas de 9, 6 y 5 años, con heridas de bala, y un niño, de 3, con dos disparos. La niña mayor se subió a un árbol en el patio de la casa y desde allí fue testigo de la matanza. Este acto de violencia impactó a la sociedad hondureña tristemente acostumbrada a la muerte y la impunidad.
Desde entonces, cada año se celebra esta jornada con el objetivo de despertar la sensibilidad de la población frente a tanta muerte e injusticia. Las actividades que se promueven buscan fomentar una cultura de paz. Este esfuerzo se realiza en un contexto marcado por la violencia generada por las pandillas. Para revertir esta situación, se cree firmemente que la educación, la justicia social y la paz deben ir de la mano.
La jornada comenzó temprano con el recibimiento de los participantes. En un ambiente de sencillez y alegría que invitaba a la esperanza. Cabe resaltar la participación de las fuerzas vivas del sector Rivera Hernández, organizaciones sociales, la solidaridad de otros proyectos eclesiales como “Radio Progreso-ERIC” de los jesuitas, la campaña “No matarás” del padre Leopoldo Serrano, Radio Luz (emisora arquidiocesana) y la presencia del arzobispo metropolitano monseñor Michael Lenihan, O.F.M.
Se inició recordando el crimen masivo del 2003 y a las víctimas de la violencia que afecta este sector. Con firmeza y determinación se gritó: ¡Basta ya! Durante el recorrido se realizaron cinco estaciones. Estos fueron espacios de oración, reflexión, memoria, y canto por la paz. Para expresar que: “Creemos en la vida, proclamamos la sangre martirial, pedimos tu Espíritu para no quedar en la derrota”. La caminata concluyó frente a la cruz de la Iglesia San Antonio María Claret en “Asentamientos Humanos” y con la celebración de la Eucaristía. Memorial del Señor Resucitado, proclamando que el mal y la muerte no tienen la última palabra.
En su homilía Mons. Lenihan manifestó su alegría al ver la participación de los laicos y los religiosos presentes. Agradeció profundamente a la comisión que preparó con esmero esta XXI jornada: Catequistas, Equipo Bíblico, Pastoral Garífuna, Equipo de Liturgia, el coro de la Céleo Gonzáles, “Paso a paso”, Seglares Claretianos, padre Jeremías Lemus, CMF.
Enfocó su reflexión sobre la importancia de la vida y de la paz. Para ello recordó la vigencia del quinto mandamiento: “¡No matarás! ¡No matarás!” Citando a Monseñor Óscar Romero, repitió: “¡Basta ya!, ¡basta ya!” de tanta violencia y del derramamiento de sangre. Enfatizó que no se puede olvidar la dignidad de la vida humana y su carácter sagrado. De ahí la exigencia de cuidar y defender la vida en todas sus etapas. “Nadie tiene derecho a quitar la vida, solo Dios”.
El arzobispo subrayó la importancia de la familia para el cuidado de la vida. La familia es el lugar privilegiado para aprender el respeto, la fe, la justicia. Estos valores son imprescindibles para una sociedad que respeta la vida, el amor, la paz. Apeló a hogares con paternidad responsable. La defensa de la vida implica también el cuidado de la “Casa común”, del medio ambiente, de la naturaleza. Mons. Lenihan denunció las manos criminales que quitan la vida con las armas y quienes destruyen el medio ambiente. Aprovechando los bienes naturales que están al servicio de todos. “Hay suficientes alimentos para alimentar a toda la humanidad, pero la avaricia de unos pocos impide que llegué a todos”.
Recordando a San Francisco de Asís, invitó a ser instrumentos de paz. Animó a aspirar a esa paz profunda que viene del Señor Resucitado. Esa paz como fuente del auténtico compromiso por un mundo más justo y humano.