Por: Larissa E. Moscote
Ciudad de Panamá, Panamá
22-7-24
Abuela… ¿Quién? ¿yo? Aún no lo puedo creer, es increíble como es todo lo que Dios hace. ¡Perfecto!
Así como una brisa suave llega la noticia, Dios multiplica la descendencia como arenas en el mar, así como un día comunica a otro día, así trabaja Dios en nuestras vidas.
Tengo una hermosa familia, bendecida por el Dios de la vida. Desde siempre hemos recibido apoyo de nuestros padres y abuelos, esto podría ser para muchos una frase cotidiana y a lo mejor para otros no, sin embargo, lo importante es, ser capaces de reconocer en nuestras vidas, la acción de Dios que muchas veces sobrepasa nuestro entendimiento. ¿Nos detenemos a contar nuestras bendiciones?
En el amor de familia, el tesoro más preciado, cuando Dios sin darnos cuenta interviene, nos da siempre nuevas oportunidades de recomenzar como lo es explicarles a nuestros hijos que ya hemos pasado por ahí, que algunas experiencias de vida nos han enseñado algunas cositas, y que es esta misma experiencia la que nos recuerda, que nadie experimenta en cabeza ajena.
La perspectiva de vivir la experiencia de ser abuelos nos llena de ilusión y de una alegría indescriptibles, oportunidades de unir las familias, aprender de sus experiencias de vida y la creación de un nuevo núcleo familiar que tendrán sus propios retos que afrontar y con nuevas oportunidades de amar.
Descubrir rasgos nuestros en ellos, rasgos de nuestros hijos, ver a nuestros hijos madurar con esta nueva responsabilidad de cuidar la herencia de Dios, es una nueva y hermosa etapa de la vida y pido a Dios la sabiduría para ser para Isaac y Mateo la mejor versión de abuela que pueda ser y para seguir disfrutando cada instante con ellos y mis nuevas hijas. ¡Gracias Señor por tus maravillas!
Corona de los ancianos son los nietos, el orgullo de los hijos son los padres. (Prov 17, 6)