Homilía del P. Mattew Vattamattam, cmf a los feligreses del Santuario Nacional

Ciudad de Panamá, Panamá
11.4.2024

Queridos hermanos y hermanas:

Es una alegría para nosotros, en representación de la Congregación y de las Provincias de América, unirnos a ustedes en este año en que celebran los 75 años de este Santuario, el próximo 22 de agosto. Damos gracias al Señor por los 100 años de presencia claretiana en Panamá, que ustedes concluyeron el año pasado, y por el jubileo de los 175 años de la fundación de la Congregación. Al mismo tiempo que agradecemos al Señor por las gracias recibidas, pedimos perdón por nuestros pecados y faltas que impidieron el flujo de la gracia en nosotros y, a través de nosotros, a los demás hijos de Dios. En este hermoso santuario mariano, en el corazón de la Ciudad de Panamá, desde hace 75 años la gente viene con sus alegrías, agradecimientos, dolores y preocupaciones. Este santuario ha sido una escuela del Corazón de María donde sus hijos van aprendiendo a conocer, amar, servir y alabar a Dios. Desde aquí regresan a sus hogares para compartir el amor y la alegría de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, este Santuario en medio de la ciudad les recuerda que ustedes pertenecen al Señor, que los alimenta con su Palabra y la Eucaristía para llenarlos de alegría, y los consagra para que sean suyos. Y los envía en misión al mundo, donde encontrarán dificultades, tentaciones, persecución… Pero, ánimo, el Señor va con vosotros.

El origen y crecimiento de la presencia claretiana en Panamá es realmente inspirador. Los misioneros cansados en las duras misiones del Chocó fueron enviados aquí a descansar y no pudieron descansar porque la misión era muy fértil. Eran de los que el papa Francisco habla de los misioneros que descansan después de las agotadoras misiones de cada día, no de los que se cansan de descansar.

Este Santuario es uno de los primeros santuarios claretianos dedicados al Corazón de María. Recordamos a los misioneros que dedicaron su vida en la misión claretiana de Panamá y a los muchos laicos que trabajaron con ellos. De manera especial recordamos a aquellos misioneros que se entregaron desinteresadamente como instrumentos de Dios para atender a todos los que llegaban a este templo buscando a Dios: los padres Prada, Gil, Medel, Picado y tantos otros.

No tengo que deciros lo hermoso que es venir a la Madre y aprender de ella el arte de amar a Dios, amar a sus propios padres, parejas e hijos con el amor de Dios y cuidar de sus hogares, y de nuestra casa común.

Les deseo a todos ustedes un feliz camino peregrino en la vida con la Madre que nos acompaña.