Izabal, Guatemala; 2º de abril de 2023.

Por: Norlán Antonio Ramírez López

                                           “Vayan por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15)

Desde la Ciudad de Guatemala, con jóvenes provenientes de Santa María de Jesús, Peronia, y otros departamentos tales como San Marcos y Huehuetenango, viajamos con entusiasmo para vivir esta linda experiencia de fe. Llena de esperanza ver a jóvenes con ese espíritu misionero. Jóvenes que apuestan por la cultura del encuentro, como nos ha exhortado el Papa Francisco.

Lo primero que brota de esta experiencia vivida, es un sentimiento de gratuidad para con Dios, con los hermanos de carisma que nos acogieron, por las familias que abrieron sus puertas para compartir La Palabra y orar en familia. 

La Semana Santa, un tiempo para compartir la fe.

No cabe duda que el haber compartido con las comunidades indígenas Quekchí, esta linda experiencia trastoca nuestro ser de misioneros. Pues su testimonio de fe y compromiso comunitario nos desafían a percibir la misión desde la clave de la empatía, de la escucha y el respeto a sus tradiciones. Se trata de ir abriendo esos espacios, que favorezcan la armonía y el caminar juntos a como se ha insistido en este proceso sinodal.  

En este acompañar y convivir con las comunidades, se hace necesario una apertura de mente y corazón. Conviene hacer memoria de la cita bíblica: “Quítate las sandalias porque el terreno que pisas es terreno sagrado” (Ex 3,5). Se trata de excluir uno mismo los prejuicios para poder entrar y sintonizar con las comunidades.

La fe que lleva a la identidad comunitaria.  

Como bien sabemos, una de las características de las comunidades indígenas Quekchí es el sentido comunitario. Su sentido de organización y corresponsabilidad se convierte para cada misionero en una catequesis para valorar al hermano, sin excluirlo sino dándole ese espacio donde él se sienta tomado en cuenta. 

En esta Semana Santa, se realizaron diferentes actividades tales como: encuentro con jóvenes, con niños, visitas a las familias, visita a enfermos. Y a lo que compete a los sacerdotes: confesiones, y unción de enfermos. 

Caminando bajo el sol, por las veredas, entre maizales, entre el ruido de los ríos y con un grado de cansancio, te llena de esperanza que el misionero tiene que estar siempre en salida. Dispuesto a afrontar todo tipo de obstáculos. También llena de esperanza cuando durante el camino el mayordomo de la comunidad, cuenta el testimonio de muchos claretianos que en su momento recorrieron esos caminos. 

Solo queda decir, que para celebrar la fe no hay fronteras y que como cristianos, siempre hay otros que caminan junto a nosotros, luchando por un mismo ideal, que en medio de sus sufrimientos y realidades complejas son capaces de mantener esa fe inquebrantable.