Por: Donaciano Alarcón, Cmf
Ciudad de Guatemala
21-12-2024
En el año 1300 (22 de febrero) el papa Bonifacio VIII (1235-1303), con la Bula Habet antiquorum fida relatio (Existe una antigua tradición digna de fe), proclama el Primer año Santo y el inicio de los Jubileos en la Iglesia Católica. En cuanto a la estipulación de tiempo, para convocar los jubileos, se iniciaría con cada 100 años. El papa Clemente VI (1342-1352) en 1343, lo redujo a 50 y el papa Paulo II (1464-1471) a 25, en el año 1470. Los pontífices consideraron importante reducirlo, buscando la mayor participación de fieles a un evento espiritual de magnitud trascendental para la Iglesia, cosa que, por cada 100 año, sería imposible. Se hizo énfasis en la misericordia, en el perdón y en la alegría (júbilo) por ser creyente.
El papa Francisco, con la bula Spes non confundit (La esperanza no defrauda) nos está convocando al Jubileo del 2025.
Han paso 725 años desde el primer Jubileo y seguramente las motivaciones circunstanciales han cambiado, sin embargo, la esencia, sigue siendo la misma: la renovación espiritual del individuo y de las estructuras sociales y eclesiásticas.
Hay muchas especulaciones sobre la fama moral y doctrinal del Papa Bonifacio, las cuales no son tan favorables, poniendo en duda la autenticidad espiritual de las motivaciones que lo impulsaron a la convocación del jubileo del año 1300. Ciertamente, hay datos que desmeritan la pulcritud de su pontificado, sin embargo, es evidente el clamor y la necesidad de renovación, que la Iglesia ha tenido en cada momento histórico; prueba de una efusión viva del Espíritu Santo.
El Concilio Vaticano II (1962-65) invitó a vivir los jubileos como oportunidad de actualización espiritual, reconciliación con Dios y entre nosotros. El papa Francisco haciendo eco de este llamado, y tomando en cuenta los desafíos contemporáneos, nos convoca al actual, resaltando la necesidad de la esperanza en un mundo en crisis, sumergido en tantas tragedias, sobre todo la de la guerra, pero también exhorta a no olvidar la misericordia y el perdón, vínculo doctrinal con los anteriores jubileos. Por último, busca recordarnos que la gracia de Dios es un don, que nos permite vivir en paz y esperanza.
El júbilo invita al gozo por eso, a pesar de los momentos oscuros, hagamos caso al llamado del III domingo de adviento: Tengan siempre la alegría del Señor, lo repito, estén alegres (Fil.4,4) y vivamos intensamente nuestro jubileo 2025.