Por: Verónica Granados
San José, Costa Rica
4-05-2024

Mi reencuentro con Jesús:
Experimentar la presencia de Jesús implica apertura de corazón. Para ello es necesario desear encontrarse con Él. Dejarte sorprender en el modo por el cual se manifiesta.

Desde que entré en el retiro, al encontrarme con Jesús Eucaristía, me sentí amada. Me estaba esperando. Lo contemplé y agradecí su presencia a través de mis hermanos que dispusieron todo para que yo pudiera reunirme con Él. Cada palabra, cada gesto expresado me hacía sentirme en casa. Evidentemente era el Espíritu Santo el que me hablaba por medio del sacerdote y de los hermanos.

Salí de la capilla y le esperé, se detuvo frente mí, me volvió a mirar y lo recibí personalmente. Luego lo seguí por el camino, acompañada de todos los que también fueron invitados, hasta retornar al lugar de origen. Mientras recorríamos la senda trazada, Él se tomó el tiempo de mirar a cada uno de los que le esperaban, sin prisa y asegurándose de ser visto. Aunque a veces nos distraemos, Él no lo hace. Siempre está atento, sin apartar su mirada.

Otro momento realmente trascendente fue meditar e interiorizar La Palabra, cada reflexión y cada conversatorio manifiesta una enseñanza desde la vivencia particular. Con ello recordamos que somos comunes, que compartimos una sola naturaleza. Que cuando nos acercamos a Él y le conocemos, podemos vivir su voluntad de manera diferente, con paz, esperanza y confianza. Recordando sobre todo que Él siempre está en medio de nosotros.

Aunque no pude quedarme en la Eucaristía, sé que salí a vivirla en el lugar donde Él lo necesitaba.

Quién logre dejarse amar, jamás dejará pasar la oportunidad de reencontrarse con Él. Y a su vez compartirá con otros el gozo de descubrirlo.