Por: Donaciano Alarcón, cmf
Ciudad de Guatemala, Guatemala

8.11.2023

Nuestros niños no tienen ni la más remota idea de lo que está pasando con nuestro planeta, aun cuando los llevemos a las marchas o le pongamos hacer videos en las redes, mandando mensajes de concienciación sobre los estragos que está causando el extractivismo indiscriminado, por eso traemos a colación el siguiente texto: una voz se escucha en Ramá: llantos y sollozos; es Raquel que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen porque sabe que están muertos (Mt. 2,18). Pareciera pesimista la citación, no obstante, es un hecho que, si no se detiene la destrucción de nuestra flora, fauna, aire, tierra y océanos, por medio de las minas a cielo abierto entre otros detractores del ecosistema, habrá llantos y lamentos y un futuro incierto para nuestros niños y jóvenes.

Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco no ha dejado de motivar a cuidar lo que él llamó nuestra casa común 1 . Ha unido su voz a la de muchos: organizaciones ambientalistas, gobiernos, científicos entre otros que, sin importar credos religiosos o ideologías políticas, se han pronunciado a favor del tesoro maravilloso de nuestro planeta y en contra de todo lo que lo está destruyendo lentamente. Cabe destacar, que son pocas las veces que la diversidad (cultural, social, política y religiosa) de los seres humanos, tiene intereses comunes. Podríamos decir, que lo alarmante de la situación de nuestro terruño, nos ha vinculado en una lucha sin precedente. Estamos a punto de ver un cambio climático, y no como los prehistóricos, que fueron causados por la misma naturaleza, dándole paso a nuevos siclos de vida, sino a uno irreversible, que no solo, no permitirá una renovación evolutiva, sino que destruirá el hábitat y la calidad de vida de las futuras generaciones.

El extractivismo es una de la forma más criminal de destruir la naturaleza, y azota de manera significativa a los países latinoamericanos, vendidos por sus políticos corruptos y comprados por países “desarrollados”, ambiciosos e inconscientes. Precisamente condenando esto, el Papa Francisco cita Lv. 25,23 que dice: la tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes 2 . Si no nos motiva la procedencia del universo, cuyo autor nos lo prestó, entonces que nos mueva el amor a nuestros hijos y su futuro para que cuidemos este planeta, de todo lo que lo pueda llevar a su destrucción total.