Por: P. Oscar Barrera, CMF
Usultán, El Salvador
16-9-2025
Los Misioneros Claretianos, fieles al carisma de hacer presente la Palabra de Dios en la realidad de los pueblos, desarrollamos en El Salvador un significativo servicio de animación bíblica. Este trabajo se concreta en espacios como el Centro Bíblico Monseñor Romero, en Usulután; la Escuela de la Palabra, en la parroquia Corazón de María, comunidades marginales, grupos, pastorales y movimientos, en San Salvador; escuela corazón de María, en san Salvador y diversas comunidades rurales en otros departamentos de país, como La Libertad, Chalatenango, Usulután y otros.
Vemos que El Salvador enfrenta desafíos que tienen raíces en la guerra civil que se vivió y en la violencia social, la desigualdad económica, la migración y la desesperanza. A pesar de eso y otros elementos negativos, existe en la población salvadoreña y en los cristianos católicos en sí, una sed de sentido y esperanza. En y desde el Centro bíblico, de Usulután y más allá, nos enfocamos en la formación de los laicos, agentes de pastoral comprometidos y a la feligresía le reforzamos sus conocimientos bíblicos: en talleres en varias parroquias, círculos bíblicos, celebraciones, retiros, eucaristías, en diálogo con la realidad de las personas. En san Salvador, en la parroquia Corazón de María, juntos con los estudiantes claretianos del propedéutico, de filosofía y teología, con laicos ya formados y formándose, se busca que la biblia sea el alma de la comunidad creyente: se acompaña a los laicos, catequistas, líderes, agentes como tal. La escuela de la Palabra, más sistemáticamente, ofrece un estudio más sólido, para que los agentes sean multiplicadores en sus entornos.
Buscando hacer vida el mandato de Jesús de ir y evangelizar a todos y en todo lugar, y evangelizando a todos y por todos los medios, como quiso san Antonio María Claret, los Claretianos en El Salvador, herederos del celo misionero, llevamos la Palabra y la hacemos accesible.
Seguimos con los proyectos de animación, con retos y desafíos, buscando que otros se sumen para formarse y formar, servir y hacer también a otros, oyentes y servidores de la Palabra de Dios, encarnada en la realidad de nuestro querido El Salvador, haciendo eco al grito de san Oscar Arnulfo Romero: ¡La Gloria de Dios es que el pobre viva!