Por.: P. Gabriel Dion Klau, CMF

21.04.2025

     Al comenzar esta aventura misionera, había muchas dudas mías, de mi familia y de otras personas. Esta duda ciertamente tiene otras razones además de porque la gente me conoce desde la infancia, sino también porque la vida cuando era adolescente era muy poco convincente para vivir esta historia de vocación. Pero estas dudas desaparecieron inmediatamente cuando surgió la creencia dentro de mi mismo de que “definitivamente puedes”. En mi pequeño corazón, me dije: “Todo esto lo dejaré en manos de Dios, y dejaré que Dios complete todos mis defectos, sobre todo convenciéndome de responder a todas estas dudas” como mensaje de Jesús a Sus Discípulos; “Todo me ha sido dado por mi Padre (Lucas 10:22)”.

     Cristo es el motor principal en cada acción de mi vida. Desde el principio ha existido la creencia de que Cristo fue quien inició esta historia y Él también haría todo esto por mí. Él ha comenzado por lo que también terminará esta historia en mi vida. Estoy muy agradecido por el regalo de este llamado, Dios creó una nueva historia en mi vida al calificarme para recibir la gracia de la ordenación como sacerdote. Soy como un trozo de hierro oxidado que fue elegido hace doce años y el hierro oxidado que en ese momento ahora ha sido calentado, forjado, moldeado y refinado en el horno del corazón de María de tal manera que ha quedado formado como una flecha que ha sido lanzada al campo misionero claretiano en la Provincia Centroamericana.

Me di cuenta de que este no era el final del camino de un misionero sino más bien un nuevo paso para continuar las historias y narrativas que había iniciado el verdadero misionero, San Antonio María Claret. Por tanto, este nuevo paso irá acompañado de un ardiente espíritu misionero y de un firme compromiso de vida de servir en el marco de la voluntad de Dios para que sea cada vez más conocido, amado, servido y finalmente glorificado por todos.

     Me enviaron a la misión centroamericana puramente no por deseo personal, sino más bien por la manera en que Dios me convenció de que había algo bueno en mí que necesitaba compartir con los demás. Existe en mi fe de que Dios me está llamando para realizar la obra de salvación en la misión. Es lo que me hace valiente para dar un paso adelante y tomar riesgos en cada decisión, especialmente para ir a la misión en la región centroamericana mientras mantengo la esperanza de la guía de Dios en la vida y el servicio misionero. Yo mismo creo que Dios me ama demasiado como para permitir que esta historia sucediera en mi vida, es decir, ser su fiel servidor.

¡Lo que fiel en Dios, será bendecida por Dios!