Agua Fría, Darién, Panamá, 11 de febrero de 2023.
Por: Félix de Lama, cmf
Del 6 al 10 de febrero del presente año, celebramos el XIII Encuentro Nacional de Pastoral Indígena (ENPI), en el Centro de Agua Fría, Darién. El tema del Encuentro fue “El Camino Sinodal entre los Pueblos Indígenas”.
El día 6, en la tarde, fueron llegando las distintas delegaciones. Hubo 70 participantes, de las diócesis de David, Santiago, Colón-Gunayala, de la arquidiócesis de Panamá, del Vicariato de Darién, de la Prelatura de Bocas del Toro y 3 delegados Bribri de la hermana república de Costa Rica.
La Pastoral Indígena es, sin duda, la pastoral que, a pesar de las dificultades y obstáculos tenidos en el camino, ha mantenido una mayor regularidad y permanencia en su coordinación y celebración de Encuentros Nacionales cada tres años. Son ya más de 40 años consecutivos.
La metodología fue la tradicional de ver, juzgar y actuar. El primer día, 7 de febrero, compartimos nuestra mirada sobre la realidad de nuestros pueblos. Iniciamos con una mirada especial a la provincia anfitriona del Encuentro, Darién. Una provincia rica en culturas y recursos, pero olvidada, agredida y explotada. Constatamos la voluntad de los pueblos indígenas de seguir reafirmando su voluntad de seguir siendo pueblos con todos sus derechos reconocidos, de caminar unidos a un futuro mejor. Pero, asimismo, reconocíamos que se mantiene la marginación, la discriminación y el racismo. Sus territorios siguen siendo agredidos y amenazados, la educación sigue siendo deficiente y colonial, sus autoridades y estructuras políticas autóctonas siguen siendo ignoradas por los diferentes gobiernos. También se constató, a nivel eclesial, una debilidad en cantidad y calidad en el acompañamiento de los pueblos indígenas.
El segundo día, 8 de febrero, destinado al juzgar, tratamos de responder a la siguiente pregunta: “¿Qué encontramos en las tradiciones, sabidurías y formas de organizar de nuestros pueblos ancestrales que muestran la sinodalidad, o el “caminar juntos”?” Como lo expresamos en el comunicado final: “A partir de las historias de nuestros pueblos, los mitos y ritos, entendemos que el caminar juntos ha sido y sigue siendo el estilo de vida y organización de nuestros pueblos. La identidad comunitaria que mantenemos nos ayuda resistir las fuertes tendencias individualistas que están destruyendo el bien común de muchas sociedades, y destruyendo a la vez nuestra Casa Común. Hemos aprendido que, si no caminamos juntos, no podemos ser verdaderos pueblos; si no compartimos los productos de la tierra, no podremos tener vida verdadera. Las danzas, mitos, ritos y tradiciones de los abuelos nos han enseñado a trabajar juntos, a compartir, a organizarnos. Nuestras culturas todavía son vida para nosotros, así como signos de luz pasa las sociedades y nuestra Iglesia”.
El tercer día, 9 de febrero, se dedicó a actuar, concretar compromisos para el futuro: “Los servidores entre los pueblos indígenas tenemos que escuchar, ver, conocer a profundidad las culturas, incluyendo el aprendizaje de los idiomas. Confirmamos nuestro compromiso de seguir viviendo la fe desde la riqueza de nuestra cultura como una bendición del único Dios de la vida. Frente a la exclusión continua, exigimos una participación plena en todos los contextos sociales y eclesiales que no se traduzca en asimilación, sino en una verdadera sinodalidad que celebre la dignidad y los dones de cada pueblo y cultura” (comunicado final).
Acabamos animados y confiados en que las experiencias y vivencias de los pueblos indígenas, silenciadas e ignoradas en los resúmenes y aportes hechos en las diócesis y a nivel nacional, sean acogidas con respeto y cariño en el aporte Continental y en el mismo Sínodo.