Domingo 25 de Octubre de 2015
30º Domingo Ordinario
San Marcos 10,46-52: “¿Qué quieres que haga por ti?”

Estimados hermanos y hermanas, es domingo. La luz recién amanecida nos habla de la presencia del Resucitado en nuestra historia. Permitamos que el Señor haga su obra hoy en nuestra familia.

En el Evangelio que se proclama en este día se nos presenta a una persona discapacitada y excluida como modelo de fe. En los domingos anteriores, un rico no fue capaz de abandonar sus posesiones y los discípulos estaban preocupados por ocupar los puestos de poder. Catequéticamente San Marcos ubica el milagro de la curación de este ciego para aleccionarnos sobre el paso decisivo que debemos dar para entrar en la vida del Reino: la fe.

Efectivamente, el ciego Bartimeo, en medio de su enfermedad (la ceguera), su exclusión (ser mendigo a la orilla del camino), del rechazo de la multitud que intenta callarlo… ve en Jesús la posibilidad de salir de su situación y por ello clama con voz potente para obtener misericordia. Bartimeo fue llamado por Jesús y fue capaz de dejar lo poco que poseía (arrojó su manto), experimentó la fuerza del amor que sana y se puso a seguir al Señor por el camino. En Bartimeo se hicieron realidad las palabras del magníficat: “Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”; “a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada”.

Posiblemente como familias tenemos muchas posibilidades y medios para ser felices, sin embargo, no damos el paso decisivo de la fe y nos atamos a las riquezas pasajeras que simplemente acumulan la polilla de una vida superficial e injusta. Para seguir a Jesús hay que renunciar al espejismo de las posesiones y decir el sí rotundo de la fe. Hermanos y hermanas, si queremos un cambio en nuestra familia y ver la luz, tenemos que ser como Bartimeo y pedir misericordia. La propuesta de Jesús es siempre actual: que pasemos de la tiniebla a la luz, del borde del camino al centro, de la pasividad del mendigo al dinamismo de quien confía en Dios.

Quisiera dar una palabra también a aquellas familias que tienen en su hogar a personas con alguna discapacidad. En el hogar debe crearse un ambiente de amor, igualdad y respeto que permita que estos hermanos y hermanas crezcan y desarrollen sus propios talentos. El maltrato o el abandono se han convertido en factores que hieren la dignidad de estos seres humanos que llevan ya de por sí una carga muy pesada; no permitamos que nada de esto ocurra en nuestro hogar. Finalmente, enseñemos a nuestros pequeños a respetar a todas las personas, a ser solidarios y compasivos como lo fue Jesús con Bartimeo. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.