Domingo 1 de noviembre de 2015
Solemnidad de todos los santos
San Mateo 5,1-12a: Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”

Queridos hermanos y hermanas, un saludo cordial para cada uno de ustedes que perseveran en el camino del Evangelio día a día. Que hoy brille para ustedes el amor fiel del Señor.

Este domingo coincide con la Solemnidad de todos los Santos, fiesta en la que celebramos a todos los héroes de la fe, a aquellos que con su testimonio hicieron brillar la alegría de la resurrección en su momento histórico. Recordamos a aquellas personas que gozan ya del premio del Dios en el Reino y, a la vez, nos comprometemos a vivir el proyecto del Evangelio en nuestro cada día, hasta llegar a la meta de ser perfectos como el Padre del cielo es perfecto en la misericordia.

La Palabra que se nos proclama en esta jornada gira entorno a las bienaventuranzas de Jesús, que son el nuevo decálogo, la nueva ley del cristiano. Se trata de un camino propositivo y desafiante al orden egoísta de nuestro mundo, que parte del asumir las realidades negativas de la vida como camino de trasformación. La pobreza, la adversidad, la aflicción, el hambre y la sed de justicia, la persecución son asumidas desde Jesús como la vía que conduce a la verdadera felicidad, la que no se marchita, la que nos edifica como verdaderos hijos de Dios.

¿Será real que podamos ser felices sumergidos en tales circunstancias? La promesa del Maestro es que sí seremos felices. Cuando avanzamos según el espíritu de Cristo la vida entera es contemplada desde otra perspectiva, y empezamos a distinguir entre lo que es esencial y lo que es pasajero; lo que es realmente importante y lo que es desechable y superficial en la vida. Quien goza de la providencia de Dios y se fía de su amor, lo tiene todo, y va convirtiéndose en un verdadero santo al dar a los demás de la abundancia que ha recibido de gratuitamente.

Ser santo es ser amigo de Dios. Muchas personas consideran a Dios como un desconocido, o incluso alguien que trama su fracaso existencial con sus designios arbitrarios. Sin embargo, Jesús nos enseña que Dios es un Papá de amor infinito, que nos conoce y que está empeñado en nuestra causa. Es un Papá que conoce nuestras necesidades y sale de sí mismo a nuestro encuentro para darnos vida plena.

¿Es posible ser santo en la cotidianidad de la familia? ¡Claro que sí! La familia es la primera escuela donde aprendemos el abecedario de la fe, de la esperanza y el amor. Desde esas virtudes se construye la santidad en la lucha de cada día, en el servicio desinteresado, en el testimonio de fidelidad, en el perdón ofrecido. Dios hace su obra incluso donde todo parece oscuridad. Muchos cristianos han llegado a la meta en ambientes totalmente adversos porque se han fiado en Aquél que nos ama. También tú y tu familia pueden alcanzar la santidad.

Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.