Miércoles 17 de febrero de 2021
Miércoles de Ceniza
Mateo 6,1-6.16-18: “Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
Estimadas familias, a mitad de semana, un abrazo cordial y mis sinceros deseos de que en este tiempo de gracia logremos crecer en nuestra vida y compromiso cristianos.
Iniciamos el camino cuaresmal con el tradicional signo de la imposición de la ceniza en nuestra frente, expresando con ello nuestro mayor anhelo: irnos despojando de la vieja humanidad para asemejarnos cada vez más al Hijo Amado del Padre. Renunciamos una vez más a la negatividad, al pecado y a la injusticia en una ceremonia pública, proponiéndonos luchar contra todo aquello que se opone al Reino de la Vida que nos anunció el Señor.
Tenemos en este día una excelente oportunidad para reunirnos como familia en el templo y recibir, a manera de compromiso, el signo de la cruz. La cruz, que es símbolo de resistencia, de amor extremo y de vida invencible será el emblema que indicará qué cosas debemos cambiar y perdonar. La cruz nos recuerda que ninguna causa humana está perdida, pues el Padre resucitó al Jesús del sepulcro.
La ceniza evoca también al fuego que ha perdido su vigor y que guarda, en lo más escondido, las brasas que pueden encender una nueva hoguera. Quizás nuestras familias se han cansado de amar, de dar oportunidades; quizás el fracaso, la prueba y la enfermedad han aminorado la llama de la unión y la fortaleza; quizás la desesperanza y el vacío nos hacen decir que ya todo se acabó… Pero Dios tiene la última palabra sobre nuestra historia y Él puede hacernos renacer desde las cenizas y encender la chispa que atice la lumbre del hogar que soñamos.
La ceniza nos enlaza también con nuestro origen: somos hijos e hijas de la Tierra: “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem revertis” (Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás). La Palabra de Dios nos recuerda que las grandezas humanas se acaban, pues somos parte del proceso biológico del planeta, en el que constantemente se renueva la vida. Nuestra primordial vocación se remonta al Génesis, en el cual Dios nos mandó a administrar con sabiduría y equilibrio nuestra casa común. A la vez, este ser polvo nos hace entrar en humildad, para que reconozcamos en los demás a nuestros semejantes y les amemos y respetemos, dignificándoles con nuestra fraternidad.
La limosna, la oración y el ayuno de los que habla Jesús en el Evangelio de hoy son prácticas que debemos realizar como medios de crecimiento espiritual. Sin embargo, debemos alejarnos de aquella tendencia farisaica que Jesús tanto rechazó. Nuestros deseos y prácticas de conversión los expresamos en lo secreto, donde el Padre nos ve. Aprovechemos la oportunidad de cambio que Dios nos da en su gran misericordia. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.