El Evangelio de este día nos viene de perlas a los hombres de hoy, que somos unos rebeldes y unos desobedientes de categoría. Porque hoy queremos la libertad ante todo. El espíritu de democracia, que llevamos tan metido dentro, nos empuja a rechazar toda ley que nos viene impuesta por otro, sea quien sea. Por las justas aceptamos la Constitución de la Patria, y eso… porque la hemos compuesto todos los ciudadanos por medio de nuestros asambleístas o diputados, que han actuado como delegados del pueblo soberano. Hoy, no queremos que nadie nos sujete con ley alguna.

Pero viene Jesucristo, y legisla, manda y exige de manera muy diferente.
Empieza el Señor por decir:
– Yo no he venido a abolir la ley, sino a darle un cumplimiento perfecto.
Además, dicta una ley sin el voto de asambleístas ni diputados, y lo hace de una manera autoritaria y sin apelación, porque dice después de cada artículo que Él mismo redacta:
– “Pero, yo les digo que quien”…
Es decir, que Jesucristo manda y no hay más remedio que obedecer.
Si hablamos así, cualquiera diría que Jesucristo es un dictador insoportable. Pero es todo al revés.
Las gentes que lo escuchaban comentaron al fin:
– ¡Éste sí que es un Maestro cabal! Manda con autoridad propia, y, encima, nos libera de todo ese peso de leyes que nadie puede cumplir…
Jesús mismo dirá de su propia ley:
– Tomen mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es suave, y mi carga ligera.
Y los apóstoles, reunidos en concilio, escucharán a Pedro, que dirá:
– Es tentar a Dios imponer sobre los creyentes una carga que ni nuestros padres ni nosotros podíamos soportar.
¿Entonces? ¿A qué viene Jesús ahora con este Evangelio? Viene a enseñar, imponer y hacernos cumplir la nueva ley de Dios, que no va a ser una carga, sino un privilegio. No un castigo, sino un regalo. No algo insoportable, sino una ayuda para la paz y la felicidad.

Y es que Jesucristo no manda desde fuera del hombre, sino desde dentro.
Mete en nuestro corazón su Espíritu Santo, y el Espíritu Santo se encarga de guiar al cristiano para cumplir el querer de Dios.
Los que llevan dentro el Espíritu de Dios no necesitan ninguna ley. Jesús nos cambia el corazón, y con un corazón nuevo hacemos con gusto y con amor grande todo lo que Dios quiere de nosotros.

La cirugía moderna ha llegado a realizar lo que antes era imposible de imaginar. Cuando aquel médico y cirujano de Sudáfrica hizo el primer trasplante de corazón, el acontecimiento fue un notición de los que hacen época. Había para alabar a Dios…
Pero hacía muchos siglos que Jesucristo había realizado lo mismo en el orden moral y espiritual. En vez de leyes duras, policías, tribunales, cárceles y patíbulos, implantó una técnica moral muy superior a todo lo acostumbrado. Cambió el corazón de los hombres, y todo quedó resuelto… Para Jesucristo, todo se cifra en el corazón. Con un corazón sano y recto, el mal resulta un imposible.
¿El asesinato? No se podrá dar nunca, pues se ha perdonado de corazón.
¿El adulterio?… A nadie se le ocurrirá, si el hombre es incapaz de mirar a una mujer con malos ojos, ni una mujer seguir a un hombre con coqueteos torcidos.
¿El perjurio y la mentira?… No se darán jamás, porque la lealtad, la sinceridad, la dignidad personal y el honor, se contentarán con decir: ¡Sí, sí!, ¡No, no!…, y no se profanará la propia palabra.

¿Para qué sirven entonces esos mandamientos escritos? Sólo para avivar nuestra memoria, porque a veces somos muy olvidadizos. Pero no para dar miedo, porque el corazón sólo se guía por el amor.
Por ejemplo. ¿Necesito que el domingo me manden ir a Misa? No necesito ningún mandamiento. Me basta auscultar mi corazón, para sentir la moción del Espíritu Santo, que me dice:
– Hoy, el Día del Señor. Hoy, a escuchar la Palabra de Dios. Hoy, a rezar y a cantar con toda la asamblea cristiana. Hoy, a participar del Sacrificio de Jesús en el Calvario y a recibir la Sagrada Comunión, para llenarte de la vida de Dios. Hoy, a compartir con tus hermanos los bienes que Dios ha puesto en tus manos y a reavivar la esperanza de la vida eterna. Hoy…, a descansar, a disfrutar de la naturaleza y de la amistad, a divertirte lo que puedas, pero sin olvidarte de tu Dios y del culto que le debes.

El que siente esto en su corazón, ¿Qué necesidad tiene de que venga la Iglesia con la amenaza de un pecado grave y con una condenación después?…
El cristiano verdadero no necesita ni mandatos ni amenazas. Le basta con saber que eso es lo que quiere Dios, para dárselo con generosidad y sin regateos…

Éste es Jesucristo. Ésta es su ley. Esto es el cristiano. ¿Ha habido algún legislador que le gane a Jesucristo en bondad, en talento y en prudencia? ¿Qué código civil supera al Evangelio en sensatez?…

¡Señor Jesucristo!
Hoy los hombres somos unos rebeldes y no queremos obedecer.
Pero nos equivocamos de medio a medio si nuestra rebeldía y desobediencia la llevamos al terreno de tu Evangelio.
Porque no hay nadie más libre que quien libremente se somete a Dios.
Como Tú, Jesús, que fuiste el más fiel a Dios, el ciudadano más cumplidor, y nadie te ha ganado a libertad…

P. Pedro García, CMF.