Domingo 30 de Octubre 2016
31º Domingo Ordinario
San Lucas 19, 1-10: “Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa”.

Estimados hermanos, saludos cordiales. Ojalá que este día abramos nuestros oídos y nuestro corazón al llamado amoroso e insistente de Dios, que nos llama a participar de la alegría de su Reino.

En este domingo se relata en el Evangelio el testimonio de una conversión profunda y radical al Reino de Dios. Se trata del episodio de la conversión de Zaqueo, el publicano. En los últimos domingos hemos escuchado en las lecturas cómo Jesús ha ido orientando a sus discípulos para que transformen su vida, abandonando decididamente la pasión desordenada por las riquezas y acogiendo en el corazón al Padre Misericordioso, como vía para alcanzar a felicidad verdadera. Recordemos, por ejemplo, las parábolas del administrador astuto, la del rico tentado por la prosperidad de sus cosechas, la de la puerta estrecha, la del rico glotón y el pobre Lázaro, y la dura crítica que Jesús lanza a los que buscan los primeros puestos en los banquetes… El Señor llama imperiosamente a sus seguidores a dejar la miseria de sus riquezas mundanas para ganar la vida plena en la pobreza evangélica.

Hoy no se nos presenta una parábola ni una denuncia profética, sino la conversión real de un hombre calificado por el pueblo de Israel como traidor y ladrón. Los llamados publicanos hacían de las suyas para cobrar más de lo debido a la gente y para despojar de sus bienes a quienes no tenían el pago del tributo al César. Era gente considerada impura por manipular dinero, sin la dignidad necesaria para participar del culto de la sinagoga o del templo de Jerusalén; por tanto, gente aminorada y pequeña. Zaqueo, un indeseable traidor del pueblo y sin posibilidades de alcanzar misericordia, está subido en un árbol para ver a Jesús; de repente es llamado por el Maestro, que desea ir a su casa. Zaqueo acoge a Jesús con inmensa alegría; su presencia es transformadora; nadie se habría atrevido en aquella sociedad excluyente a compartir la mesa con un pecador como él. Jesús no le pide nada, sin embargo Zaqueo, sintiéndose amado y conmovido en la pequeñez de su vida anclada en la riqueza, da un paso rotundo de fe y conversión: da la mitad de sus bienes a los pobres y promete devolver cuatro veces a quien hubiese defraudado. La conclusión de Jesús a este acto radical de fe es maravillosa: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Zaqueo, compartiendo la mesa con Jesús, hizo la mejor inversión de su vida.

Hermanos y hermanas, a veces nos afanamos y desesperamos por el dinero, y dejamos en el olvido lo más importante: el amor Dios y al prójimo, a nuestra familia y nuestra propia salvación. Nos achicamos y nos encerramos en nuestra propia miseria, sin saber que Dios tiene abiertos sus brazos para acogernos y amarnos sin condiciones. Dejémonos transformar por el Señor. Que su Palabra atraviese hoy nuestro corazón y podamos celebrar como Zaqueo, la grandeza de ser hijos de Dios. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente,

P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.