Domingo 11 de Octubre de 2020.
28º Domingo Ordinario
San Mateo 22,1-14: “Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?”.
Queridos hermanos y hermanas, ¡es domingo! Dios nos da de nuevo el precioso don de la vida y nos invita a participar de su mesa eucarística. Seamos agradecidos y correspondamos a tanto amor con una plegaria que brote del corazón de nuestra familia.
En el texto evangélico que se nos ofrece este día, Jesús dialoga con los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo y les propone la parábola del banquete de bodas. Se trata de una parábola que tiene una serie de elementos desconcertantes: es normal que un rey prepare una fiesta para celebrar la boda de su hijo y que envíe a sus servidores a repartir las invitaciones; pero no es normal que los invitados se desentiendan y se excusen, o peor aún, que maten a los sirvientes. Asimismo, causa extrañeza la reacción del rey que ordena matar a esos invitados y quemar la ciudad, sólo por el rechazo de unos pocos. No es normal que un rey mande a los sirvientes a los cruces de los caminos para invitar a cualquiera que se encuentren, sean buenos o malos, para ir al banquete. Finalmente, es sorprendente que en esas condiciones los invitados traigan vestido de fiesta, pues al fin y al cabo todos fueron invitados a última hora.
La parábola del banquete de bodas es una síntesis de la historia de la salvación. Dios ha ofrecido la libertad y la salvación al pueblo de Israel y ha querido establecer una Alianza de amor con él, pero ha sido rechazado por sus miembros. No han escuchado la invitación de los profetas e incluso los han asesinado. Por eso, en estos últimos tiempos Dios “rompió el protocolo del banquete” y ha enviado a su Hijo como mensajero “a los cruces de los caminos”, es decir, a los lugares geográficos, humanos, y culturales de la periferia a invitar al resto de la humanidad para hacernos nuevos miembros del pueblo de Dios. Somos los invitados de última hora.
A todos se nos exige llevar el traje de fiesta. Era tradición en Israel que el anfitrión ofreciese en la puerta a los invitados el traje para la ocasión. Por lo tanto, era de entender que en la parábola el rey reaccionara, pues todos a los que llamó les dio la vestimenta adecuada; se trata, pues de alguien que entró a escondidas por otra puerta. El traje simboliza la vida arraigada en el amor, la vivencia de las buenas obras, los actos de misericordia. En el bautismo hemos sido revestidos de Cristo para ser personas nuevas.
Dios nos sigue invitando a su banquete. La Eucaristía es para nosotros esa fiesta de bodas en la que el Señor nos ofrece lo mejor de su Reino para transformar nuestro mundo. Aquí todos caben, buenos y malos; sólo se nos pide vivir concordes con el amor gratuito que se nos da. No hay lugar para excusas baratas… tantas veces le ponemos pretextos al Señor para no celebrar la fe. Se nos invita a festejar en familia el gran don de la salvación que Jesucristo nos ha comunicado. No cerremos el corazón a su invitación. Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.