Estimados hermanos y hermanas, un año más nos adentramos en el camino cuaresmal. Dios nos ofrece la oportunidad de renovar nuestras vidas a la luz de la Buena Noticia de su Hijo Jesucristo. Abramos el corazón a la gracia divina.
El evangelista San Marcos nos presenta, de forma muy breve, el episodio de los cuarenta días de Jesús en el desierto. Nos dice que el Espíritu lo llevó allá después de ser bautizado por Juan en el río Jordán. El desierto es considerado un lugar especial en la espiritualidad del pueblo judío, ya que hace memoria del Éxodo, de la Alianza y del largo camino para entrar a la tierra prometida. Se trata del lugar teológico del encuentro con el Dios Liberador. En efecto, según Marcos, Jesús ora en lugares “solitarios” y realiza la multiplicación de los panes para las muchedumbres en el desierto. Es en el desierto donde Dios actúa a favor de su pueblo revelando su misericordia.
El desierto es también el lugar de decisión. A pesar de que aquí no se nos describa la acción del tentador, la tentación pertenece indisolublemente a este tiempo de soledad que vivió Jesús. Al igual que Israel fue tentado en el desierto, asimismo Jesús experimenta la prueba de ser fiel o no al proyecto del Padre. Se trata de un hecho que se prolongó una y otra vez en la vida pública del Maestro. Mientras que Israel sucumbió, el Hijo Amado salió victorioso. La convivencia con las fieras y los ángeles sirviendo son un signo de la armonía del mundo nuevo, del Reino de Dios que inaugura el Mesías.
A continuación el evangelista nos presenta a Jesús llamando a la conversión a las multitudes; el Espíritu le impele a anunciar la Buena Noticia de la Salvación. Desde ese entonces, el Padre no cesa de darnos un tiempo de gracia para renovar la existencia, para cambiar el corazón y para acoger el Evangelio. Desde la fe en Dios es posible la libertad para todos los seres humanos.
En el inicio de este tiempo de Cuaresma estamos invitados a dejarnos guiar, como Jesús, por el buen Espíritu. Se trata de conformar nuestra voluntad y nuestro propio yo al deseo de Dios, de romper con aquellos viejos esquemas de pecado que nos desgastan y abrirnos a la experiencia del verdadero amor. Revisemos con sencillez y humildad nuestra conciencia en el desierto de la oración y pidamos perdón al Señor por nuestras infidelidades.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.