Domingo 2 de abril de 2017
5º Domingo de Cuaresma
San Juan 11,1-45: “Yo soy la resurrección y la vida”
Hermanos y hermanas, saludos cordiales. Que Jesucristo les dé la gracia de la vida nueva en sus familias.
Estamos a las puertas de la Semana Santa; nuestro recorrido cuaresmal está llegando a su cumbre y percibimos anticipadamente la fuerza de los días que se acercan. Dios quiere entrar en tu familia para renovarla en la profundidad de su amor.
El Evangelio que hoy se proclama es de una inigualable belleza literaria, y contiene, a la vez, un mensaje cargado de fuerza y vitalidad. Se trata del episodio de la resurrección de Lázaro. Este singular milagro es el séptimo de los “signos” que narra San Juan. A través de este signo no se quiere simplemente hacer alusión a uno de los tantos milagros que Jesús realizó, sino describir, ante todo, el proceso que los cristianos realizamos para alcanzar la resurrección futura. En el Credo confesamos “creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”; la esperanza cristiana sostiene que si nos mantenemos fieles en el seguimiento de Cristo, compartiremos también con Él la gloria de la vida que no se acaba.
La partida del amigo Lázaro parece irreversible y sin solución. Son cuatro días los que lleva en el sepulcro. Entre las hermanas hay una desesperanza total, ya que su hermano ha muerto. Las lágrimas y el luto no dan cabida a la posibilidad de algo distinto. Jesús interviene en este momento de dolor y dialogando con Marta abre ante ella la luz de la esperanza en la resurrección. Se trata del mismo diálogo que Jesús realiza con nosotros, día a día. Jesús no es indiferente al hecho de la muerte humana, el dolor y las penas que soportamos; Jesús se conmueve y llora. El Señor, sin embargo, nos llama a dar un paso mayor, el paso de la fe, para creer en Él como la resurrección y la vida. La hermosa declaración que Marta hace es nuestra propia profesión de fe al ser bautizados y confirmados: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (v.27). Desde nuestro bautismo participamos de la gloria de la vida eterna, reconociendo en Jesús la respuesta de Dios a la muerte y el fracaso de la humanidad. La fe en el Hijo de Dios vence las ataduras de la muerte y nos hace salir de nuestros sepulcros.
Eso estamos llamado a hacer, hermanos y hermanas: CREER. Creer para ver la gloria de Dios en nuestras vidas. Creer para vencer este mundo descreído que nos lleva al despeñadero existencial. Creer para reconocer que el amor de Cristo es mayor que nuestras propias cruces. Creer para transformar aquellas situaciones que consideramos irreversibles en nuestras familias. Creer para visualizar el camino a seguir. Jesús nos llama con fuerte voz, como a Lázaro, a salir de nuestros sepulcros: “¡Sal fuera!” (v.43). Rompamos aquellas alianzas que tengamos con los enemigos de Dios. Apartemos la piedra y pongámonos de pie como resucitados. Dios es mayor: es vida, plenitud y felicidad. En Él está la respuesta a nuestras lágrimas.
Les invito a sacar un momento del día para meditar el texto completo de la resurrección de Lázaro y que al final orar con este himno de la Liturgia de las Horas que propongo:
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la vida.
Eres resurrección, Palabra y prenda
de ser y vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.
Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
real acontecer de nueva vida.
Concédenos, oh Padre omnipotente,
y tú, Hijo Amado y Señor nuestro,
por obra del Espíritu Enviado,
vivir ya la fiesta de Reino. Amén.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.