Domingo 15 de enero de 2017
2º Domingo Ordinario
San Juan 1,29-34: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”

Muy feliz domingo, queridos hermanos. Deseo vivamente que la fuerza de Dios les anime a perseverar cada día en el camino de la fe. Celebremos hoy en familia el don de la libertad que nos regala el Señor.

Después de las solemnidades de la navidad retomamos de nuevo el ritmo del tiempo ordinario, contemplando a Jesús en los episodios de su vida pública. Ya el lunes pasado celebrábamos la fiesta del Bautismo del Señor como memoria de aquel acontecimiento en el que Jesús emprendió sus primeros pasos en la realización proyecto de salvación en medio del pueblo. Hoy continuamos con la narración de estos hechos, pero a través del Evangelio de San Juan.

El texto nos describe con sencillez cómo el Bautista da testimonio ante el pueblo de aquel humilde nazareno que llegó en medio de las filas a pecadores a pedir el bautismo en las aguas del Jordán. Se refiere a Él con unas palabras enigmáticas y cargadas con un profundo sentido profético: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. El título de “Cordero” hace referencia al cordero que se sacrificaba en la noche de pascua, como memoria y acción de gracias por la libertad de los esclavos hebreos en Egipto. Asimismo, el “Cordero” nos remite a la visión de Isaías que habla del Siervo Sufriente, que no teniendo culpa alguna, carga sobre sí el pecado de la humanidad. Jesús es presentado como aquél que arrancará de raíz el mal que pesa en el corazón del mundo y quien entregará su vida por amor, asumiendo en la cruz el sufrimiento humano. Tal es la misión de Jesús: Él es sacrificio, alimento y libertad para el pueblo. En Él está la presencia del Espíritu, que es el soplo vital de la creación, el fuego de los profetas, el gestor de la esperanza de los pobres. Es el Espíritu el que impulsa a Jesús a predicar de una región a otra, el que hace brotar palabras de vida en boca del Maestro. Es el Espíritu el que mueve a Jesús a dar salud y liberación a las personas desde el amor y la cercanía, como revelación de la gloria de Dios.

Hoy, como el Bautista, debemos dar testimonio de Jesús en nuestro mundo. Y lo debemos hacer con alegría y humildad, sin temor a perder el prestigio o los honores sociales. Anunciar a Jesús en el trabajo, en la escuela, en el barrio, sobre todo con una conducta honesta y justa. Anunciemos a Jesús en los hogares, despertando la esperanza en aquellos que ya no encuentran solución a sus problemas. Seamos mensajeros del Reino en estos días de gracia que se nos ofrece.

Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.