Domingo 8 de Septiembre de 2019
23º Domingo Ordinario
San Lucas 14,25-33: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”
Muy buen domingo para ustedes, hermanos, deseándoles paz y bienestar en sus familias. Que este día sea la oportunidad para encontrarnos y celebrar juntos la fe que nos lleva a la vida.
El Evangelio que se proclama hoy nos presenta a Jesús rodeado de una multitud que le sigue en su camino hacia Jerusalén. Quizás muchos van tras Él por mera curiosidad, por simple interés de obtener un milagro, o por la fuerza de las masas, sin haber medido el compromiso, el riesgo y la radicalidad de ser sus discípulos. Por eso el Maestro se da la vuelta y les dice unas palabras fuertes que cuestionan la autenticidad de sus intenciones y clarifican de qué forma y con qué fuerza se debe hacer opción por el Reino de Dios. Jesús no pretende destruir o dividir a las familias; lo que quiere es que seamos libres cuando le sigamos, que tengamos presente en nuestra conciencia qué es lo primero y más importante en esta vida. Ningún afecto, relación, o posesión material pueden anteponerse al ideal de ser discípulos de Jesús de forma radical.
Las parábolas del hombre que planea construir una torre, o la del rey que planea ir a la guerra, quieren animarnos a que hagamos un balance en nuestra vida, que midamos nuestras fuerzas, que tengamos claridad de hacia dónde vamos y de qué compromiso adquirimos cuando decimos que creemos en Jesús. Ser discípulos nos lanza a la aventura de una vida nueva basada en el amor, la justicia y la fraternidad universal. No se trata por tanto de “cumplir” un precepto religioso sin más. La vida que nos ofrece el Señor nos lleva más allá del cumplimiento y la devoción encajonada; nos exige vivir en la atmósfera de Dios en todo momento y en toda situación personal y familiar. Pensémoslo bien, hermanos, ¿cómo podemos decirnos cristianos y tener en nuestras propias familias pactos con el mal y el pecado que son negación de la misma esencia de Dios Amor?
Seguir a Jesús implica renuncias, ciertamente, pero es más que eso. Seguir a Jesús es ser “elegido” por el amor y “optar” por la vida. Ahí está la fuerza que movió a los apóstoles a salir de Jerusalén después de la resurrección para anunciar el Reino de Dios por todo el mundo, hasta entregar la propia vida a ejemplo de su Maestro y Señor.
Vivimos tiempos difíciles y a la vez esperanzadores para edificar en familia la torre de la fe; para salir como un gran ejército de paz en defensa de la vida que se nos ha dado gratuitamente. Permitamos que Jesús siga siendo en nuestras familias el fundamento que sostiene nuestro amor, nuestra fe y nuestra esperanza.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.