Domingo 18 de junio de 2017
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
San Juan 6,51-58: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”

Estimados hermanos, reciban un cordial saludo de mi parte deseándoles vida y prosperidad en sus hogares. Que la fuerza que el Señor nos ofrece en la Eucaristía sea la razón de nuestra fidelidad y amor familiar.

Celebramos hoy la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La liturgia de la Iglesia ubica esta fiesta en los domingos posteriores a la Pascua ya que el Jueves Santo, con la intensidad de los acontecimientos la Pasión, no es posible profundizar suficientemente en el misterio de la presencia del Señor en el Pan y el Vino consagrados, alimentos que dan vida eterna. Hoy en particular, accedemos dentro de la celebración de la misa, a la escucha atenta de la Palabra de Jesús, que promete la vida eterna a quien coma de su Cuerpo, y a la adoración fervorosa de esta presencia silenciosa y transformadora del Señor en el Sacramento Eucarístico.

Jesús nos prometió que no nos dejaría solos, afirmando que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos. Una de las muestras de esta compañía misericordiosa del Señor a través de los siglos es su presencia en la Comunión que compartimos cada domingo. Él está allí ofreciéndonos alimento, resurrección, vida eterna y unión plena en el amor divino.

Considero que como cristianos aún no caemos en la cuenta de la grandeza de esta promesa y de esta presencia del Señor en la Eucaristía. Pasamos de largo e indiferentes ante la mesa de Cristo que ofrece este banquete exquisito gratuitamente. No consideramos que nuestra existencia puede ser transformada progresivamente si comemos del Pan Vivo bajado del cielo. Preferimos el hambre de cada día a participar de la vida plena del resucitado.

Nuestra familia está llamada a comer y adorar a Cristo presente en la Eucaristía. En Él nos revitalizamos para vivir el amor generoso, sacrificado y compasivo en nuestras relaciones. Comulgando al Señor se despierta en nosotros el deseo de servir y de comunicar a los demás la vida nueva que brota del Evangelio, pues este Pan no nos ha sido dado para comerlo en soledad sino en comunidad. Comiendo de este Pan nos unimos indisolublemente a Cristo y su causa a favor de los pobres, la vida y la fraternidad universal. Dejémonos transformar por Él en personas nuevas. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente,

P. Freddy Ramírez, cmf.