Domingo 31 de Mayo de 2015

Solemnidad de la Santísima Trinidad

San Mateo 28,16-20: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.

 

Estimados hermanos y hermanas, un saludo fraterno y lleno de bendición para cada uno de ustedes, deseándoles que el Dios del amor, les muestre siempre su voluntad salvadora y les dé la fuerza necesaria para cumplirla.

En este día la liturgia celebra con gozo el misterio central de nuestra fe: la Trinidad de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Reconocemos, desde la limitación de nuestros conceptos humanos, a un Dios comunitario, unido perfectamente en la diversidad de Personas por un amor inagotable. Se trata del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob que se ha manifestado en la historia de forma progresiva como Creador, Redentor y Santificador. Es el Dios cercano, amigo y fuente de todo bien que da sentido al universo y a nuestra propia vida.

Desde el bautismo, nuestra existencia está sellada por el signo imborrable de su amor divino. Con Él iniciamos la aventura de la fe, experimentando en “carne propia” el amor inagotable del Padre que nos creó; la fuerza de su Hijo Jesús, hecho hombre por nosotros para abrirnos el camino de la libertad; y el fuego artístico del Espíritu que poco a poco va forjando en nosotros la figura de los ciudadanos del Reino, hasta que Dios sea todo en todos.

Por eso, debemos dejar que Dios se haga presente en nuestras vidas, abriendo nuestro ser a su acción en la plegaria confiada, en el amor hecho vida en nuestra relación con el prójimo y en la lucha contra el mal que desfigura la belleza de la creación salida del pensamiento divino. Como cristianos estamos llamados a reflejar en nuestra vida cotidiana el ser  “comunitario” de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, luchando por la unidad de la familia, la organización de nuestros barrios, y procurando la justicia para toda la sociedad, empezando por los pobres. Procuremos que Dios sea glorificado en las vidas de los que sufren. Este es el tiempo oportuno.

Señor, Dios Eterno, Único y Verdadero, misterio infinito de amor y de vida, Trinidad Santísima, haz de la humanidad creada a tu imagen una sola familia, y que la comunidad eclesial, redimida por la sangre de tu Hijo y renovada por el Espíritu, sea siempre un vivo reflejo de tu misterio comunitario de amor, signo de liberación para los pobres y fermento de unidad y de paz para todo el género humano.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.