Estimados hermanos y hermanas, estamos a unas cuantas horas de celebrar la Navidad. Que la gracia y la paz del Mesías ya cercano llene sus hogares.
El texto evangélico que se nos propone en este domingo tiene una brillantez única. Se nos narra con gran belleza la visita del Ángel Gabriel a María. La escena se ubica en Nazaret, un pueblo desconocido para los escritos proféticos… una aldea de campesinos, cuyo nombre traducido al español sería “La Florecilla”. Así es el pueblo de María, un pueblo ignorado, pobre, sin la grandeza arquitectónica del mundo antiguo. En la humildad de aquellos habitantes se conservaba la esperanza del resto de Israel. Dios pronunció en el saludo dirigido a aquella joven nazarena su palabra salvadora para el mundo entero: “¡Alégrate!”. La alegría y la vida del Reino se anuncia hoy para los que crean y se fíen en Él.
María se siente desconcertada. ¿Qué significa tal saludo? La respuesta del Ángel pone en evidencia cómo Dios cuenta con la humanidad para realizar su obra: no nos salva por un acto frío y displicente, sino asumiendo nuestra pequeñez con amor desbordante. La vida del mundo nuevo empieza a germinar en el corazón y la virginidad de una mujer del pueblo que sabe decir sí a los designios del Padre y se entrega por completo. Dios ha pronunciado a su Verbo en el universo y ha encontrado eco resonante en el corazón disponible de Santa María. Brota la vida en abundancia para todos desde la casita de Nazaret…
En estos días propongámonos como familia compartir con los demás los bienes y talentos recibidos del Señor. Sigamos el ejemplo de nuestra dulce Madre, que no se guarda nada para sí, y que se entrega totalmente para que Dios forje en desde ella la salvación. Solidaricémonos con aquellos “Nazaret” olvidados, donde abunda la pobreza, y donde, paradójicamente, aún perdura la fe. Oremos por aquellas comunidades perseguidas por el nombre de Cristo y que se mantienen resistentes al odio y fieles al Evangelio. Construyamos familias y parroquias donde la vida sea valorada y respetada. Que la luz de la anunciación siga llegando hasta los confines de la tierra.
Este es el tiempo oportuno.
Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.