Domingo 12 de febrero de 2017
6º Domingo Ordinario
San Mateo 5,17-37: “Si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos”

Estimadas familias, un domingo más nos convoca Dios, fuente de amor y misericordia, para que celebremos alrededor de su mesa el don de la vida nueva.

El texto evangélico que hoy se lee en la liturgia es parte del llamado Sermón del Monte, donde Jesús, como un nuevo Moisés, proclama a las multitudes la nueva ley del Reino. Se trata de una profundización en la experiencia de la Alianza que Dios selló con el pueblo en el Antiguo Testamento: “Ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios” (Ezequiel 11, 20). Jesús, el nuevo Legislador, no viene a desechar las tablas de la ley, sino a darles su pleno sentido en el corazón de sus seguidores, pasando de la ciega observancia de las normas, como hacían los escribas y fariseos, a la práctica activa del amor en los diversos momentos de la vida. Jesús viene a establecer una nueva forma de relacionarnos con Dios basada en la compasión y en el amor gratuito y, por tanto, la práctica de la ley divina es una respuesta libre y amorosa del ser humano que se siente amado por Dios. La ley del Reino, en este sentido, no consiste en un trueque de obras caritativas o prácticas piadosas para alcanzar la salvación, sino en amor auténtico y desbordado hacia Dios y hacia el prójimo.

Jesús da un nuevo sentido a la Ley remitiéndose a unos mandamientos en particular: no matar, no cometerás adulterio, el divorcio y el juramento en falso. El próximo domingo continuará con la legendaria ley del “ojo por ojo” y el amor al prójimo. Lo que está en juego detrás de todas estas explicaciones de Jesús es la lucha que se libra en nuestro corazón para vencer nuestro ego y darle a Dios el lugar que le corresponde como Señor. Fácilmente nos disfrazamos de personas justas y santas, cuando en el corazón nuestro ego lleva siempre un espejo narcisista en el cual sólo desea ver su efímera e ilusoria belleza. De allí que “entrar en el Reino de los cielos” sea romper con ese “yo ególatra” y corresponder con amor al amor gratuito de Dios, el Padre de la misericordia.

Estas enseñanzas de Jesús tienen resonancias concretas en nuestra vida familiar. Analicemos con humildad cuando nos dejamos dominar por nuestro ego y cuando damos cabida a Dios en nuestro corazón. Pensemos en aquellas ocasiones en que buscamos ser alabados y para ello nos valemos de la pequeñez de nuestro prójimo. Pidamos perdón cuando nos convertimos en jueces implacables porque nos consideramos más buenos que los demás. Este es el tiempo oportuno.

Cordialmente, P. Freddy Ramírez Bolaños, cmf.